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NC-BC: clave en la confluencia de la izquierda canaria

En los últimos meses he tenido la oportunidad de intervenir en decenas de medios de comunicación de toda Canarias para hablar del debate interno que se estaba produciendo en Nueva Canarias-Bloque Canarista. Algo que no me agrada mucho por dos cuestiones que no me gustan demasiado, dedicar más tiempo a comunicar sobre los temas orgánicos que a los grandes retos y desafíos a los que nos enfrentamos como sociedad en Canarias y en el resto del mundo. Sobre todo, porque en política estamos acostumbrados al conflicto, pero siempre es desagradable cuando éste se produce entre compañeros y compañeras.

En cada una de esas intervenciones he abogado siempre por un tono conciliador, con mensajes de unidad, en defensa del espacio político, el de la izquierda nacionalista canaria que tanto ha costado construir. Con la esperanza de ser capaces, entre cada una de las partes, de buscar el consenso necesario para seguir transitando como alternativa real para quienes aquí vivimos.

Este espacio al que hacía referencia ha supuesto uno de los movimientos más transformadores de la realidad canaria en las últimas décadas. Allí donde hemos tenido la oportunidad de gobernar hemos sido protagonistas de auténticas revoluciones sociales, con proyectos surgidos de los movimientos vecinales, fundamentalmente, en su origen. Pero que se ha ido enriqueciendo con personas provenientes de diferentes ámbitos: la educación, la cultura, el deporte, la solidaridad, la defensa de los servicios públicos, el feminismo y el ecologismo, entre los principales. Siempre con una premisa fundamental, la defensa del interés general y la creencia en una Canarias fuerte, orgullosa de sí misma y con los máximos niveles de autogobierno.

Pero incluso donde no hemos ejercido tareas de gobierno, nuestra impronta es notable. Tanto en los ámbitos municipales, insulares, nacional canario e, incluso, estatal. Sin perder de vista nunca esa perspectiva internacionalista que nos caracteriza. Sabedores de que no es posible una Canarias mejor, una Canarias en paz, una Canarias de la que sentirnos orgullosas y orgullosos, si no somos capaces de extender nuestra lucha para lograr lo mismo en todos los lugares del planeta.

Desgraciadamente estamos viviendo unos tiempos distópicos donde las conquistas logradas tras muchas décadas, tras largas luchas están retrocediendo ante el avance de la extrema derecha, la desinformación, el individualismo atroz y el capitalismo más salvaje que nunca pudimos imaginar. Ver a jóvenes defendiendo el franquismo o culpando a los pensionistas de su situación de precariedad, ver como se tilda de feminazis a las mujeres por defender la igualdad real y criticar el patriarcado, comprobar como penetra el descrédito de lo público y la satanización de los impuestos, asistir incrédulos a la negación de la violencia machista, del cambio climático o de cualquiera de los derechos y avances que creíamos conquistados hasta no hace mucho. Entre ellos, la misma democracia.

Ante esta situación no cabe rendirse, todo lo contrario. Es el momento de creer, más que nunca, en por qué es importante la política. Recordar que ya vivimos momentos de oscuridad y fuimos capaces de salir adelante, de defender con todas nuestras fuerzas los derechos por los que muchos dieron su vida. Y seguir luchando ante los nuevos desafíos.

Canarias no sólo no es ajena a todos estos movimientos, sino que además lo hace en un contexto de desafíos que sólo la política de altura, con visión autocentrada en nuestra realidad y con los valores de siempre de la izquierda canaria, puede y debe afrontar. Hablo del problema de la vivienda, de los bajos salarios, de la gestión adecuada de las migraciones, de la capacidad de ser audaces y con visión estratégica para abordar el reto demográfico, la contención del crecimiento sin límites y avanzar hacia esa Canarias más social, más justa, más sostenible y más solidaria.

Es ahí donde cobra fuerza nuestro proyecto, que ha sido protagonista como decía al principio de revoluciones como la protagonizada en la mancomunidad del sureste de Gran Canaria, en el dimensionamiento del sistema sanitario público de Canarias, de la implantación de la moratoria, de desclasificar cientos de miles de camas y de la creación de las primeras escuelas infantiles de nuestro archipiélago. De defender nuestra cultura e identidad y de lograr la bonificación del 75% en los billetes de barco y avión entre las islas, primero. Con el resto del Estado español, después.

Porque lo hicimos, y lo seguimos haciendo allí donde estamos, sé que somos imprescindibles en este tiempo convulso.

Por todo ello, creo que es un error inmenso la ruptura de este espacio.

Pero además de hablar con los medios durante estos meses, también he sido testigo directo de todo el proceso de diálogo en busca de un acuerdo. Creo que por este motivo también es necesario aclarar algunas cuestiones.

Los debates en el ámbito interno de los partidos no sólo son legítimos, sino que aportan un plus de riqueza y pluralidad de visiones absolutamente necesarios para seguir creciendo. Por eso nunca he criticado a quienes tienen una visión distinta de cómo debe ser el modelo organizativo, las formas de gobernanza, las alianzas, las estrategias o las personas que deben estar al frente.

Pero no puedo compartir, y jamás lo haré, que se intente hacer mediante la imposición. Por eso, desde el primer momento hemos pedido que cualquier debate tendría que hacerse sin ningún tipo de imposición o veto sobre determinadas personas para seguir al frente de la dirección del partido.

Afortunadamente, como decíamos antes, la democracia en España, en Canarias y, por supuesto, en nuestro partido ofrece los cauces para dirimir las distintas visiones. Y es ahí y sólo ahí el marco en el que debemos movernos. Primero a través del diálogo. Hasta la extenuación si fuera necesario para alcanzar el consenso. Pero si esto no fuera posible, a través de los mecanismos que los estatutos, que entre todas y todos nos hemos dado, para presentar tantas alternativas como se quiera. Y en última instancia, que decida nuestra militancia.

Soy consciente de la importancia de la voz de personas cualificadas de nuestra organización que ostentan cargos públicos de relevancia. Su voz, sus propuestas deben ser oídas, debatidas. Pero reclamo mi derecho como cargo público también a expresar mi visión de la organización. No sólo hay una visión. Pero más importante que lo que determinados cargos públicos podamos pensar, por muy relevante que sea nuestra responsabilidad actual, en este partido vale lo mismo la opinión de un alcalde, de un diputado que la de un militante de base, en cualquiera de nuestros municipios. A ellas y ellos tenemos que someternos, en última instancia, para decidir lo mejor para el proyecto.

No puedo compartir que se intente minusvalorar las mayorías orgánicas frente a los cargos públicos del partido. Todos son relevantes como dije con anterioridad, pero a los segundos los elige la ciudadanía en sus ámbitos respectivos, y a los primeros quienes formamos parte del proyecto y legítimamente les corresponde a esos órganos la toma de decisiones internas.

Sé que en cualquier debate y discusión todas las partes tienen una cuota de responsabilidad en caso de no llegar a acuerdos. Es más, estoy dispuesto a aceptar que quienes ostentan la dirección tienen un plus de responsabilidad para buscar dicho acuerdo. Y eso precisamente es lo que hemos hecho desde la dirección nacional en los últimos meses. Dialogar, ceder en muchas de las cuestiones que se planteaban y proponer distintas alternativas.

Fruto de ese espíritu están las propuestas que se trasladaron al último Consejo Político Nacional, que fueron aprobadas por unanimidad. Secundadas por todas las personas asistentes, a pesar de las ausencias programadas. Desde adelantar el Congreso casi un año, al próximo mes de julio a abrir la organización de dicho cónclave a personas de todas las organizaciones que conforman el proyecto, buscar fórmulas que ampliaran el número de delegados y delegadas de estas organizaciones durante la celebración del mismo, así como el compromiso de avanzar en dicho Congreso hacia una organización más horizontal, con liderazgos más compartidos.

Esta propuesta surge tras numerosas reuniones y mesas de diálogo entre miembros de la dirección nacional y varios de los alcaldes y dirigentes de las organizaciones independientes integradas en Nueva Canaria-BC. Tras numerosos encuentros entre distintas personas de los respectivos ámbitos, tras tres ejecutivas nacionales y, por último, el mencionado Consejo Político.

Desgraciadamente, nada de esto ha sido suficiente, pues frente a estas propuestas el inmovilismo ha sido absoluto por parte de quienes tienen una visión distinta a la de las personas que deben estar al frente. Personas que han sido elegidas por unanimidad en el último Congreso, que no han dicho que vayan a presentarse al siguiente, pero que quieren tener el derecho, simplemente el derecho a decidir si se postulan o no para esa nueva dirección. Sin que nadie les impida ejercerlo.

Decía al principio que muchos de los derechos que hemos conquistado en las últimas décadas han sido gracias a la lucha de muchísima gente, algunas dando su vida, otras dedicando la suya en cuerpo y alma. Por eso, jamás estaré en una organización en la que se intente que cualquier persona tenga que renunciar a ejercer los mismos.

Creo que, a pesar de todo, son muchas más las cosas que nos unen que las que nos separan. Alcanzar acuerdos es la base esencial de lo que hacemos cada día y sería una gran noticia que, éste, fuera posible.

Mientras tanto seguimos trabajando desde Nueva Canarias-Bloque Canarista en la organización de nuestro VI Congreso nacional, y por supuesto en cada una de las instituciones y de los municipios en los que tenemos presencia. Nuestra voz, nuestra experiencia, nuestro compromiso es seguir trabajando por Canarias, por la justicia social, por los derechos de todas las personas fundamentalmente las más vulnerables, por los servicios públicos esenciales y por los valores democráticos en sentido amplio.

Estoy convencido de que NC-BC es clave en la necesidad de la confluencia de la izquierda canaria para mantener en unos casos y recuperar otras muchas instituciones. No sólo hablo de partidos políticos, sino de todos los movimientos, organizaciones y personas que defienden y representan ese espacio político.

Luis Campos, diputado en el Parlamento de Canarias y portavoz nacional de Nueva Canarias-Bloque Canarista.

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