Tres mujeres fueron condenadas por haber estado en la primera línea de lucha durante la huelga general declarada por la Federación Obrera de Hermigua el 21 de marzo de 1933. Su castigo fue el de tres años de cárcel, aunque previamente se había pedido para las dos primeras la pena de muerte, fueron María Hernández Hernández de 21 años, Catalina Hernández Negrín de 51 años, madre de seis hijos, y Antonia Gutiérrez González de 30 años (1). Otras dos mujeres también habían sido detenidas por participar en la jornada de protesta, Guadalupe Mendoza y Victoria Cabrera, aunque finalmente obtuvieron la absolución de los cargos.

La ola de la crisis bancaria internacional había llegado con fuerza a un territorio tan dependiente como Canarias. El sector platanero de exportación fue especialmente afectado, lo que provocó numerosos despidos, reducciones salariales y una enorme precariedad en el valle gomero. La situación fue aprovechada por los caciques locales para castigar especialmente a los trabajadores más comprometidos con las mejoras de sus condiciones de trabajo. Sabían que daban un ejemplo peligroso para sus intereses y que cuando se apretaba, los de ideas avanzadas acabarían emigrando.

La Federación, a través del Gobernador Civil, había tratado de lograr que se emplearan a un grupo de cien hombres en las obras de la carretera que unía Vallehermoso con San Sebastián, pero los acuerdos fueron bloqueados o ninguneados una y otra vez por las viejas élites. El hambre creció y con ella la indignación. En Hermigua empezaron a hacerse habituales los robos de piñas de plátanos para tratar de llenar los estómagos vacíos. La Federación Obrera local (ligada a la UGT) tenía ese año unos 450 afiliados, 300 de los cuales eran jornaleros. El desempleo creciente causaba la desesperación de numerosas familias y los caciques locales se negaban a cualquier entendimiento, dando órdenes de “castigar el hurto de piñas con mano dura y sin contemplaciones” (2). Un vecino recordaba muchos años después que “aquí se estaba viviendo como en tiempos feudales”, señalando especialmente a las viejas élites de Hermigua y Agulo (3).

Los poderes locales trataron de usar a la Guardia Civil como herramienta para romper la huelga, desatándose el 22 de marzo un incidente en El Palmarejo, cuando los manifestantes trataron de detener la salida de un camión con el que entendían que se quería romper la huelga. El vehículo, escoltado por las fuerzas del orden, se quiso retener en la carretera por los huelguistas colocando piedras y maderas en la carretera. Según la prensa “un gran número de hombres, precedidos de unas quince mujeres, con piedras en la mano, se adelantaron” para impedir la salida del vehículo. Sus palabras fueron “nosotros buscamos el pan de nuestros hijos… El camión no sigue adelante” (4). Los ánimos se calentaron de tal manera que en el intercambio de amenazas, en especial ante la orden de disparar contra los manifestantes, estos se lanzaron contra el camión y sus ocupantes. Entre gritos, disparos y piedras quedaron numerosos heridos y tres muertos, uno de los manifestantes y dos guardias civiles.

El proceso sin duda generó un terremoto social y la presencia de mujeres destacadas en esa protesta fue señalada en el juicio y en la prensa de la época. Uno de los miembros de las fuerzas del orden herido, José Garrote de Pedro, aseguró ante el juez que “las mujeres fueron las que mayor participación tuvieron en los hechos, pues eran las que excitaban a los hombres” (5). A raíz de los Sucesos de Hermigua fueron detenidas treinta y tres personas, que se decidió que debían ser sometidas a un Consejo de Guerra. El viernes 7 de abril de 1933 las personas detenidas fueron trasladadas hasta Tenerife con grandes medidas de seguridad. Hicieron este tránsito en el barco de Transmediterránea “Gomera”, escoltado por el cañonero “Uad Arcila”, llegando al día siguiente a su destino (6), donde entraron en prisión.

Luis Rodríguez Figueroa, abogado y brillante intelectual de la época, participó activamente en la defensa de los procesados. Sus argumentos se centraron en la situación vivida por la población gomera que era “objeto de tropelías y persecuciones caciquiles, con la agravante de que si en años pretéritos el Poder radicaba en manos de un señor omnipotente, se desgajó, por desmembraciones familiares, dando origen a la mayor difusión del despotismo, y que éste radica actualmente en el seno de las oligarquías locales detentadoras, por astucia o por lo que sea, del poder político en los pueblos” (7).

El papel de las mujeres en esa jornada fue muy reseñado y destacado, tanto en el juicio como por los periodistas. Eran trabajadoras, pero también madres, hermanas o compañeras de vida, que sabían perfectamente lo dura que estaba siendo su existencia. María Hernández, procesada junto a su padre, Antonio Hernández, era conocida como La Rubia, siendo señalada a sus 21 años como una de las que estuvo en la primera línea. Según la crónica periodística lo hizo al grito de “¡Viva la Federación!, ¡Vivan los obreros!, y llevando una piedra en la mano, reta a los grupos con la frase de «si los hombres no tienen pantalones, las mujeres los tendrán.»” (8). Luis Jiménez de Asúa, uno de los abogados defensores, resaltó que el papel de María no fue único, ya que “no se hace cosa distinta que lo que realizaron cincuenta o sesenta mujeres de Hermigua que no están sentadas en el banquillo: dar gritos y vivas” (9).

El guardia Garrote manifestó, refiriéndose a Catalina Hernández, conocida como La Caporala, señalándola como “una mujer negra, chata y bajita, avanzó por el camino, gritando: «Hay que vengar a mi hermano que está tendido en la carretera». E inmediatamente los grupos nos acabaron de rodear, mientras la mujer chata seguía gritando y otra mujer alta y rubia excitaba a los hombres” (10). El fiscal la distinguió entre las procesadas como “mujer simbólica”. Esta vecina vivió el juicio con especial preocupación, sufriendo un desmayo en una de las sesiones, cayendo al suelo mientras “una hija suya que se encuentra entre el público grita desesperadamente queriendo auxiliar a su madre. Los guardias civiles logran imponerse. En el público se produjo una gran emoción y revuelo” (11).

El Fiscal militar del caso no pudo evitar decir que “los hombres son los que con sus rebeldías y sus pasiones dan a cada época su sentido beatífico, pero que el nervio, el carácter sañudo o amable de la época sólo lo modela la mujer”, indicando la mirada de preocupación de un amplio sector de la sociedad más conservadora miraba los avances de las mujeres en esa etapa histórica. Esta hipótesis se confirma cuando en el mismo discurso señaló a María Hernández, acusándola que que “abandonó al marido, que se hallaba enfermo, y corrió al Palmarejo, siendo vista entre los grupos hostiles a la fuerza pública, no siendo mera espectadora, sino la verdadera caudilla” (12).

Antonia Gutiérrez, conocida en Hermigua como «La Peninsular» o “La Catalana”, había llegado a la Isla desde un pueblecito de León, contra ella se pedía desde la fiscalía una pena de cadena perpetua. El juicio lo afrontó con Angelina, su hija nacida poco antes de ser detenida, en brazos. El fiscal la acusaba de haber intervenido para desarmar al cabo Fuentes, “destrozando también el camión” (13). La pequeña Angelina se convirtió en uno de los símbolos de ese proceso, al permanecer encerrada más de año y medio junto a su madre en la prisión, permanecía, inocente de todo, en “el banquillo de los acusados, sentada al lado de su madre, juega y ríe con las monedas que buenos amigos le regalan” (14).

En el periódico obrero, En Marcha, destacaron durante el juicio “el apoyo espiritual de la clase trabajadora, que ha llenado todos los días el amplio local” (15). No solo eso, también se crearon comités pro-presos y se ofrecieron multitud de ayudas a las familias de los presos, llegando incluso a que familias obreras de Tenerife acogieran a algunos de los niños y niñas de Hermigua, para evitar el hambre y las penalidades que sufrían.

María Hernández Hernández

El 9 de julio de 1934 se dictaron las sentencias, condenando a muerte a Vicente Valladolid Mesa, Avelino Perdomo Plasencia, Avelino Navarro Méndez, Leoncio Fagundo Hernández (a) «El Palas» y Francisco Martín Negrín (a) «El Cojo», mientras que Catalina Hernández Negrín, Antonia Gutiérrez González y María Hernández y Hernández fueron condenadas a tres años de prisión (16), el resto sería objeto de diversas sentencias de prisión y casi la mitad resultaron absueltos.

La sensibilidad por el momento vivido se vio reflejada en multitud de actos, manifestaciones y protestas que llegaron a numerosos lugares del Archipiélago. Sara Pérez, compañera del líder comunista, José Miguel Pérez, hizo un pequeño texto a modo de cuento, en el que habla de la miseria que sufrían las mujeres de Hermigua, donde dijo, en clara referencia al proceso judicial, que, “si un día las madres de La Gomera en lugar de mandar a sus pequeñuelos por el mundo a llorar solos, rabian, gritan, matan y destrozan, entonces todos se enteran…” (17). También la comunista Isabel González, conocida como Azucena Roja, le dedicó un reconocimiento a las presas gomeras, asegurando que “han sido heroicas luchadoras contra el hambre que acosaba sus hogares, necesitan de la solidaridad de todas las mujeres proletarias en Canarias” (18)

Juicio de Hermigua. Rebelión 7 de julio de 1934

De las que resultaron condenadas sabemos, gracias al estudio realizado por la historiadora Yanira Hermida, que durante la estancia en prisión de María Hernández, fue ingresada en el Hospital por una anemia aguda por hemofilia, saliendo en libertad el 22 de febrero de 1936, con la amnistía lograda tras victoria del Frente Popular. Antonia Gutiérrez, posiblemente por permanecer en prisión junto a su hija, fue liberada el 4 de abril de 1935, tras dos años de encierro. La peor suerte la tuvo Catalina Hernández, que murió en la cárcel por un coma diabético, siendo enterrada el 12 de julio de 1935 en el cementerio de Santa Lastenia de la capital tinerfeña (19).

Tras el golpe militar, la localidad gomera vivió un auténtico ajuste de cuentas contra los que fueron señalados por los Sucesos de 1933. Francisco Javier González relata en un artículo como los cinco condenados a muerte, que habían sido liberados en febrero de 1936, fueron localizados y asesinados por las fuerzas franquistas. Con ellos también se lanza al mar a otros trece vecinos cercanos a la Federación. Entre estas víctimas estuvo otra vecina señalada por los Sucesos, Antonia Pineda Prieto, asesinada junto a su hijo recién nacido «pa’que no quedara ni la semilla» (20).

José Garrote, uno de los guardias heridos en marzo de 1933, que había ascendido a cabo tras los mismos, pidió que se le trasladara a Hermigua después del 18 de julio, siendo uno de los encargados de dirigir las labores represivas en la zona norte de La Gomera (21).

La huella de los Sucesos de Hermigua fue profunda, con un reguero de víctimas, también fue un ejemplo de esa toma de conciencia creciente de una sociedad donde ya las mujeres no se conformaban solo con ser cuidadoras o sujetos pasivos, en La Gomera estuvieron al frente y sufrieron también en primera línea el castigo por ello.

Fuentes utilizadas

  1. Gaceta de Tenerife 10 de julio 1934. p7

  2. Hoy. 3 de julio de 1934. p8

  3. García Luis, Ricardo y Torres Vera, Juan Manuel. Vallehermoso, “el Fogueo”. Toma de conciencia popular, resistencia y represión (1930-1942). Centro Amilcar Cabral, Tenerife, 1986. p37

  4. La Prensa. 26 de marzo de 1933. p1

  5. Hoy. 1 de julio de 1934. p8

  6. Gaceta de Tenerife. 11 de abril de 1933. p5

  7. La Prensa. 3 de julio de 1934. p3

  8. La Prensa. 5 de junio de 1934. p6

  9. Rebelión. 7 de julio de 1934 p8

  10. La Prensa. 1 de julio de 1934. p3

  11. Rebelión. 7 de julio de 1934. p17

  12. Hoy. 3 de julio de 1934. p8

  13. La Prensa. 4 de julio de 1934. p5

  14. En Marcha. 7 de julio de 1934. p4

  15. En Marcha. 7 de julio de 1934. p3

  16. La Prensa. 10 de julio de 1934. p8

  17. Pérez García, Sara. La pequeña gomera. Espartaco. 31 de marzo de 1934.

  18. García Luis, Ricardo. Crónica de vencidos Canarias: resistentes de la guerra civil. La Marea, Islas Canarias, 2003. p18

  19. Hermida Martín, Yanira. Mujeres y cambios sociales en la provincia de Santa Cruz de Tenerife. 1931-1975. Amas de casa, camaradas y marginadas. Tesis Doctoral. Universidad de Barcelona. pp 159-168

  20. González, Francisco Javier. La historia frente a la desmemoria actual: los ‘sucesos’ de Hermigua: https://gomeraverde.es/archive/61863/la-historia-frente-a-la-desmemoria-actual-los-sucesos-de-hermigua

  21. García Luis, Ricardo y Torres Vera, Juan Manuel. (1986) Op. cit. p186

Rubens Ascanio Gómez

Licenciado en Historia por la Universidad de La Laguna