Hay mucha gente que me pregunta si no tengo miedo “con lo que va a pasar”. Pues no lo tengo. Porque los que hemos vivido ya muchos años hemos pasado por momentos de turbulencias extremas, por crisis tremendas y al final siempre acaba amaneciendo de nuevo. Yo no he olvidado aquellos años convulsos. Pero atravesamos todas esas tormentas y vencimos. Salimos adelante, como saldremos también de las dificultades que nos va a tocar padecer en los próximos años.
No tengo miedo, pero estoy muy preocupado. Porque lo que va a ocurrir en Canarias es extremadamente grave. Los ciudadanos españoles vamos a vivir las consecuencias de la paralización de la economía productiva y del consumo. Durante un mes medio se han detenido los motores del país. Y eso va a tener un costo para España. Se estima que perderemos un 8% del PIB y que el paro llegará al 20%, a cifras del 2011, con cinco millones y pico de desempleados.
Pero en el caso de Canarias se da otra circunstancia agravada. Nuestras islas van a sufrir el mismo castigo que el resto del país por el confinamiento forzoso de los trabajadores y el cierre temporal de empresas, pero además perderá toda la actividad turística. Este año no va a existir turismo en las Islas Canarias. Y el próximo, ya veremos. Y eso es algo muy grave —gravísimo— que va a causar un daño terrible en nuestra sociedad. Se habla de que podemos perder entre un 20 y un 30%del PIB y que las cifras de paro en las islas pueden superar todos los registros históricos, por encima del 40%. Eso, traducido, significa muchísima hambre, muchísima necesidad y muchísima desesperación.
El turismo significa una parte importantísima de la riqueza de Canarias. Pero es que, además, los más de diez mil millones que vamos a perder este año tendrán consecuencias mortales en otras actividades como la restauración, el comercio o el transporte. Hay miles de autónomos que desaparecerán porque no tendrán de qué vivir. Y miles de pequeñas empresas que echarán el cierre en el sector comercial. Corremos peligro de que no se puedan mantener las grandes empresas de transporte aéreo y marítimo de Canarias. Y si las perdemos, el daño a nuestras islas será incalculable. Por no hablar de que nuestros hoteles y apartamentos terminarán cerrando o en manos de fondos buitres extranjeros.
Ante un panorama como este, ¿quién no puede estar alarmado y preocupado? Tengo una fe enorme en la capacidad de sacrificio yen el talento de los canarios. Pero de esta no podemos salir nosotros solos. España está mirando hacia la Unión Europea. Canarias, inexorablemente, va a necesitar del Estado para salir adelante, porque la situación que vamos a tener que enfrentar excede de nuestras propias posibilidades.
Dentro de unos meses, el archipiélago va a vivir una situación de emergencia social. Tendremos miles de parados en una economía en la que solo funcionará la agricultura y la industria. Miles de familias van a necesitar auxilio para vivir. Y lo que es peor, las instituciones públicas que están en la primera línea de batalla contra esa pobreza, los Cabildos y los Ayuntamientos, necesitan de más recursos porque perderemos la financiación de los impuestos indirectos canarios.
El Gobierno de Canarias tiene ahora mismo sobre sus hombros la responsabilidad de luchar por nuestra supervivencia. Por la suya y por la de todos. Tiene el deber de trasladar a Madrid la necesidad de que atender a la emergencia social que se va a producir en nuestra tierra. De hacerles conocedores de la evidencia de una pobreza sobrevenida que va a castigar a las clases más débiles de nuestra sociedad.
Madrid tiene que autorizar con urgencia que podamos utilizar todo el dinero público que las corporaciones locales canarias hemos ahorrado y está en los bancos. El sacrificio que hicimos nos puede servir ahora para sobrevivir. Y tiene que garantizarnos una financiación extraordinaria que permita al Gobierno de estas islas garantizar que ni una sola persona, ni una sola familia, va a pasar necesidades extremas en este tiempo de pobreza que nos espera.
Este no es tiempo para hacer mala política. Debemos olvidarnos de estrategias. Canarias se enfrenta a la peor situación que ha vivido en décadas. Es el momento de la unidad, de la responsabilidad y del sentido común. Vamos a cerrar filas y a conseguir que nadie se quede tirado en la cuneta. Canarias tendrá que sacrificarse durante mucho tiempo para superar estos difíciles momentos, pero lo conseguiremos. Con la ayuda del Estado y con nuestras propias fuerzas.