Nos adentramos en el pueblo. Hablamos de lo bonito que es Agulo y de las cosas que hacen sentir; les hablo de recuerdos; de cuándo vine y pasó aquello o aquello otro. De lo que hace sentir.
Y así, pillándoles por sorpresa, en la primera bajadita, como si fuera una ocurrencia repentina y por seguir la conversación les pregunto a los jóvenes que participan en la actividad: «¿Ustedes qué piensan de la soledad?» ¿De la elegida?”, me pregunta uno de ellos. «De la que sea», me apresuro a contestar.
Así empieza la actividad organizada por Juventud Gomera en Acción, el proyecto de Cruz Roja en La Gomera destinado a ayudar a los jóvenes de la isla en su desarrollo personal y profesional; en el encuentro de sus vocaciones y talentos; en la escucha de sus sentimientos y emociones para que sepan gestionarlas en un mundo que cada vez se ha vuelto más exigente. Especialmente con ellos y ellas; especialmente con la juventud.
Una actividad en la que se les exige dos cosas cada vez más difíciles de gestionar: soledad y escucha de emociones.
“La soledad hace que te escuches a ti mismo”
Acorde a lo que me cuentan, detecto algunas cosas. No saben cómo gestionar la soledad. La extroversión, tan popular entre los vivos, hace que la soledad solo sea para los tristes; para los nostálgicos o para los raros. Les cuesta mucho detectar la soledad como una oportunidad para encontrar respuestas al mundo que no entienden, al mundo que tanto les hace daño; que tanto les juzga; que tanto les hace sentir que su palabra no es importante o que no tienen ni voz ni voto en las decisiones importantes.
Les da miedo pasar tiempo con ellos mismos. «Te vuelves loco», me dice uno de ellos. Llegamos a la plaza del pueblo, frente al Ayuntamiento de Agulo y se los digo sabiendo ya cuál será su reacción: «Bien. Ha llegado el momento de quedarnos solos».
Me miran como si quisieran matarme; como si nunca antes lo hubieran hecho; como si no supieran por dónde empezar.
La actividad consistía en pasear por el pueblo, a solas, para que pudieran escucharse a sí mismos y detectar en ellos las imágenes del pueblo que le transmitieran las cinco emociones primarias del ser humano: miedo, alegría, asco, ira y tristeza. Tras paseos de media hora volvíamos al punto de inicio y nos contábamos nuestros descubrimientos.
La primera vez que volvieron apenas encontraron más de una emoción, estaban confundidos, casi que incómodos, pero al expresar lo que sintieron; al enseñar las fotografías, al admirar los descubrimientos del otro; al escucharse unos a otros, al segundo paseo se fueron más contentos; más rápidos y ya no solo vinieron con fotografías y emociones detectadas sino con historias.
Y algunas de ellas son las siguientes.
El paseo de la alegría
No se llama el paseo de la Alegría, pero Alejandro Fidel la bautizó así. Y lo hizo así porque aquel camino empedrado, muy propio de Agulo le resultó familiar aun cuando nunca antes había estado en Agulo. «Todo me resultaba familiar. Los olores, los sonidos… todo me era familiar. Es como si hubiese estado ante y me dio una sensación de felicidad maravillosa».
El tiempo atrapado
«Empecé a caminar y sentía que allí había ocurrido algo. Una sensación como de que había algo atrapado en el tiempo, ¿sabes?». Alejandro encontró uno de esos lugares que todo explorador quiere encontrarse en el camino, aunque al principio nos haga cerrar los ojos: sitios en los que se sienten cosas. Así y a pesar del miedo; Alejandro quiere volver; quiere sentir y quizá ha sido este momento el que le haya hecho enamorarse de Agulo y decir nada más subirse al coche: «¿Cuándo volvemos?».
Una sensación de rabia
Podría ser una sensación de miedo. Todos los sitios y casas abandonadas pueden dar pie a ello. No obstante, Andrea dice que lo que más le genera esta fotografía que ella misma sacó es rabia. Rabia porque hay muchísima gente que no puede quedarse en ningún sitio a dormir. Rabia porque hay mucha gente en la calle. Rabia porque hay mucha gente que pasa frío por las noches y rabia porque mientras esto ocurre en el mundo hay un millón de casas y lugares abandonados que podrían aprovecharse y no ocupar espacios innecesarios.
Miro a Andrea y me enorgullece pensar que esta es la juventud que llega; que esta es la juventud que ya está aquí, en La Gomera.
Siempre hay algo que brilla
A pesar de todo, comentó Andrea, a pesar de lo que nos puedan partir el corazón o los problemas que tengamos en casa siempre hay algo de luz que brilla para nosotros. Eso es lo que me genera esta fotografía. La miro y me pongo feliz porque me recuerda que por muy nublado que pueda estar el día, el girasol siempre encuentra la forma de girarse hacia las cosas que le hagan brillar.
Y así termina una actividad en la que Agulo ya no es solo un pueblo bonito; ya no es solo un pueblo fotografiable; ya no es solo un sitio por el que pasear en soledad y compañía. Agulo es un sitio que hace sentir. Y hace sentir… a la juventud gomera.