Uno no sabe qué decir cuando la muerte llega sin avisar, y mucho menos, cuando se lleva a alguien tan singular, a un amigo con el que compartí tantos y tantos momentos de vida y trabajo por este pueblo, cuya personalidad era infinita.
Compartí con Andrés García ocho años de trabajo intenso en el Ayuntamiento de San Sebastián; yo, como Concejal de Cultura, él, como Personal eventual. Desde que lo conocí, hubo lazos invisibles de cordialidad, de afecto y de respeto mutuo que nunca dejaron de existir.
Admiré su creatividad, su capacidad de trabajo y de hacer que vecinos y vecinas de este pueblo, jóvenes y no tan jóvenes, colaboraran con él en los innumerables espectáculos, actividades, galas, eventos y actos protocolarios que él les proponía. Nadie le decía que no. Era de esas personas que arremolinan gente a su alrededor, que transmitía alegría y, sobre todo, ganas de vivir… Ganas que nunca le faltaron hasta este fatídico día en que se truncó su vida. ¡Qué burla del destino tener que esperar para estar eternamente en esta tierra a la que nunca dejó, a pesar de tantas ofertas para irse a trabajar a otros lugares!
Hace poco tiempo, tuve la oportunidad de compartir con él una larga conversación, como siempre que nos encontrábamos por las calles de San Sebastián. Volvíamos a repetir las mil y una anécdotas que pasamos juntos, en tantas y tantas ocasiones… A él le debo el resplandor de la Gala de La Madre, las Galas de Elección de Romera Mayor, las Galas del Carnaval, del Proyecto Juvenil “Noches sin alcohol”, el Villa Moda… y la brillantez de las Fiestas Lustrales de 2003, “las primeras del siglo”, decíamos. Tuve un equipo fantástico de personas que me ayudaron a levantar con ánimo, ganas e ilusión, más que medios, la vida social de este municipio que hoy parece languidecer, Cherelepín (Toni Darias, Francis Herrera, Cándido Armas, José Juan Padrón y David Suárez), Sara Barrera y tú, Andrés, amigo. Tus rabietas, tus risas, y tus “¿Qué tenemos hoy, jefa?”, nunca las olvidaré.
Este pueblo seguirá caminando, pero nunca con tanto arte y con tanto sello personal como el de alguien que ha dejado un hueco muy grande en la vida de este pueblo y que tiene, sin duda alguna, una deuda eterna con él.
Descansa en paz, querido Andrés, para siempre…
Leyla Rodríguez Fernández