Prueben, como cuando éramos niños, a sumergirse completamente en el agua y a respirar con un tubo. Si algo tapona el pequeño conducto empiezan inmediatamente los síntomas de ahogamiento. Eso mismo es lo que algunos están consintiendo en el caso de la comunicación marítima con las Islas Verdes.
La Palma, El Hierro y La Gomera tienen un enorme problema con el puerto de Los Cristianos. Durante años ha sido el pulmón por el que ha respirado la economía de nuestras islas. Ese tubo es el ejemplo del que les hablaba por el que han circulado miles de viajeros y toneladas de mercancías que han dinamizado las economía de las tres islas más pobres del Archipiélago. Pero desde hace ya mucho tiempo el puerto de Los Cristianos ha empezado a dar señales de colapso. Sus accesos son insuficientes, están colapsados y limitan de forma insuperable las posibilidades operativas de unas infraestructuras portuarias que no fueron concebidas para su actual volumen de uso.
El proyecto alternativo se llamaba Fonsalía. Fue una propuesta lanzada hace más de veinticinco años y sobre la que parecía existir un consenso mayoritario. Suponía casi un veinte por ciento menos de tiempo de navegación, en el caso de La Gomera, con el consiguiente ahorro de combustible, de contaminación y de costos. Pero después de una inexplicable parálisis, como muchas de las grandes obras en Canarias, repentinamente fue abandonado. Y lo que ahora se propone, o eso he escuchado, es buscar otra solución.
Lo siento pero no tenemos tiempo para buscar. Hay que encontrar y hacerlo ya. Las Islas Verdes no pueden admitir y no van a permitir que todo siga igual durante otro cuarto de siglo, discutiendo a nivel teórico qué alternativas pueden plantearse mientras nuestra conectividad entra en colapso. En las dos grandes islas capitalinas se invierten cientos de millones en nuevos proyectos aeroportuarios y portuarios. Y ello es así porque son conscientes de la importancia de las comunicaciones como instrumento al servicio del crecimiento económico, el desarrollo y la prosperidad. Nadie permitiría la asfixia portuaria en ninguna de las dos grandes economías de Canarias pero es justo eso lo que están consiguiendo con La Gomera, La Palma y El Hierro.
Cualquier propuesta para crear un nuevo sistema de acceso viario al puerto de Los Cristianos supone la práctica paralización de la infraestructura o, al menos, una seria limitación de su ya mermada operatividad durante los años que duren las obras. El remedio podría ser incluso peor que la enfermedad. Y hablar del puerto de Granadilla como un posible destino alternativo supone aumentar el tiempo de navegación entre media hora y cuarenta minutos, con el consiguiente aumento de los tiempos, del combustible y de los costos de las navieras mezclando además viajeros y mercancías con los usos de un puerto industrial, cosa que a largo plazo puede ser un grave error logístico.
Las Islas Verdes siguen padeciendo los sobrecostos de la doble insularidad que no solo castiga a sus poblaciones sino que hace extremadamente difícil la implantación de cualquier negocio. La fragilidad de las economías de estas tres islas podría sufrir un golpe de gracia si se colapsa el sistema de comunicaciones marítimas. Dicho mal y pronto: si nos tapan el tubo nos asfixiaremos. ¿Alguien cree que lo vamos a aceptar resignadamente?
La Palma está empezando a recuperarse, lentamente, de los terribles efectos de la erupción volcánica. Y El Hierro está sobrellevando el aluvión de migrantes que llegan a sus costas. Pero además de estas situaciones puntuales, sin duda extremadamente graves, nuestras Islas Verdes se juegan la supervivencia en la existencia de un moderno sistema de comunicaciones aéreo y marítimo, para viajeros y mercancías. Incluso para el centralismo canario, siempre embebido en las cosas de las dos grandes islas capitalinas, debería ser fácil de entender.
No tenemos más tiempo. No podemos perderlo en interminables diálogos de sordos y comisiones de análisis. En las Islas Verdes necesitamos una alternativa a Los Cristianos y la necesitamos con la máxima urgencia. Durante casi un cuarto de siglo se nos engañó con la propuesta de un nuevo puerto que luego fue abandonado. Que nadie piense que nos van a engañar durante otros veinticinco años con fuegos de artificio. No lo podemos permitir sencillamente porque nos estamos jugando el futuro de nuestra gente. Algunos deberían tenerlo muy presente.