POR RAÚL ÁLAMO.– Le conocí en plena faena de carga y descarga en el catamarán Volcán de Tirajana, curiosamente en el muelle de Santa Cruz, donde ese día y los anteriores el buque al no poder operar en el puerto de Los Cristianos por la fuerte resaca en el interior de la bahía, tuvo que trasladarse al puerto santacrucero. Llevaba una simple camisa blanca de cuello, sólo tapada por un ligero chaleco reflectante que le delataba como uno más de la tripulación. En El Hierro, como isla familiar y peculiar, conocemos casi siempre al capitán que nos lleva en barco, a veces al piloto que nos traslada en el avión, como si de un taxista o conductor de guagua se tratara, pero a él no.
Alguien me dijo que era el nuevo capitán que venía a reforzar a Santiago y a Jaime durante las rotaciones marítimas de las conexiones especiales del fin de semana entre Tenerife y El Hierro. Me comentaron posteriormente en La Estaca: “se llama Manuel y como todos los capitanes que vienen a El Hierro siempre son buena gente, mandan a los mejores”. Y no dejaba de tener razón quién lo afirmó, porque Manuel, al igual que todos los miembros de la tripulación del Volcán de Tirajana, desde el simple amarrador, marinero, contramaestre, equipo de máquinas, sobrecargo y personal de abordo, se adaptan plenamente a las circunstancias, no siempre las mejores, se crecen ante la adversidad y lo demuestran en cada trayecto. Doy fe, porque viajo con mucha frecuencia en barco, que se esfuerzan en la comodidad del pasaje con independencia de que haya o no una buena travesía, si hay mala mar se cambia el rumbo aunque los tiempos se alarguen; y al final, por lo menos en mi caso, no son simples trabajadores o asalariados, sino conocidos, e incluso amigos a los que les debemos nuestra conectividad interinsular, que no es poco.
Pues sí, casualmente Manuel Delgado Padilla, se estrenaba aquel 16 de julio como capitán en el Volcán de Tirajana. Como prueba de fuego tuvo que convivir con unos potentes temporales de mar en la primera mitad del mes de agosto, con rachas de viento que superaron los 80 kilómetros hora, y sobre todo, con una resaca que llevó a Naviera Armas a cancelar la operatividad de todos sus buques por el puerto de Los Cristianos, desviando todas sus conexiones interinsulares por el puerto de Santa Cruz de Tenerife. Recuerdo viajar en uno de esos complicados trayectos y entrar de noche en el peculiar y complicado muelle de La Estaca, con una fuerte resaca en la bahía acompañada de rachas de un viento en todas direcciones. En la bodega y en la popa, solo veía una impresionante nube de salitre que nos salpicaba y un inusual rugido de turbinas que iba venciendo al temporal de viento y mar y arrimando el barco al dique. Mi debilidad con el acontecer marítimo, que me da que me viene por mi ancestro Francisco Álamo Jiménez, el primer guarda muelle de La Estaca, cuando los veleros atracaban fuera y el pasaje era conducido a tierra en botes de remo, me llevó a preguntarle a uno de los amarradores: ¿Quién lleva hoy el barco? La respuesta fue simple: “el nuevo capitán”.
La curiosidad a veces es defecto y otras veces se convierte en virtud, pero lo que sí tengo que reconocer que esta vez me resultó útil y enriquecedora, porque finalmente pude conocer más de cerca la personalidad y trayectoria de un auténtico hombre de la mar, forjado a sí mismo, cercano, humilde, sensible, agradecido, … que después de una pequeña conversación a bordo con él me permite afirmar que “detrás de este capitán habrá siempre un marinero”, y desautorizar ese viejo dicho que dice retóricamente: donde manda capitán no manda marinero; un titular el por mí elegido que viene a sintetizar una parte de una bonita historia, la suya, que enaltece valores como el sacrificio, la constancia y la superación que, junto a los retos, caminan a la par, de la mano, para conseguir cualquier objetivo de la vida que uno se proponga, porque nunca es tarde si la dicha es buena.
Detrás de la personalidad de Manuel Delgado Padilla, hoy con 40 años, se esconde la pupila “azul” de un niño que, con apenas seis años (1990), quiso subirse en un pequeño barco de vela en el entonces recoleto muelle de Radazul. Se enamoró tanto de la navegación, que en 1998 adquirió conocimientos básicos en diferentes embarcaciones a vela, y a partir de ese momento su relación con el mar empieza a ser una especie de simbiosis del hombre y la mar que vendría a durar hasta la actualidad, tanto desde la perspectiva de deportista, aficionado como profesional.
Su amplio currículo deportivo es el vestíbulo de su amor por el mar. Empezó a practicar la vela desde niño, con 6 años y hasta los 18 (1990) en el puertito de Radazul y compitió en distintas clases, cadete, laser, Europa y crucero en distintos campeonatos de Canarias y a nivel Europa, con innumerables récords, distintivos, medallas,… que su sencillez no le permite detallarlas. Ostenta el título de entrenador de vela por la Federación Canaria y por la Real Federación Española de Vela.
Hasta los 33 años fue entrenador, y ya la familia le reclamaba una mayor estabilidad, motivo que le llevó a matricularse en la Escuela Marítima Pesquera de S/C de Tenerife para iniciarse en la actividad marina. Ello exigía también contar con unos ingresos para que su familia no tuviera un sobresfuerzo económico, por lo que empezó a trabajar como amarrador en el puerto de Santa Cruz de Tenerife en una de las empresas del Grupo Boluda, y de ahí por todos los escalones que componen la escalera profesional: alumno de puente de los remolcadores y marinero. Por fin logró convertirse en Técnico Superior en Transporte Marítimo y Pesca de Altura (2016), y con sus ingresos pagarse clases privadas para cumplir una meta: sacar los estudios de Náutica y Transporte Marítimo que le permitirían finalmente el sueño de acceder al transporte de pasajeros.
Tres años para un reto impensable, del 2016 al 2019, bastaron la fuerza, el valor y el coraje para terminar su carrera universitaria que le pondría al timón de un trabajo más que deseado.
Esta experiencia le abrió las puertas al mundo del transporte marítimo hasta que puedo llegar a ser alumno, mozo de cubierta y marinero de puente en los buques de alta velocidad de Fred Olsen y de toda una gran familia de embarcaciones que fueron el despertar de la navegación rápida en Canarias: los expréss Bentago, Bonanza, Betancuria, Bencomo y el Benchijigua, donde en este último desarrolló labores de Segundo Oficial hasta julio del 2020.
Pero la mar tiene resacas, corrientes favorables y desfavorables, mareas bajas y también altas; y siempre habrá buenos marineros que sepan timonearlas para que el buque salga de puerto y realice la travesía. Es el caso de Manuel, que regresa de nuevo a la empresa que le dio la primera oportunidad, el grupo Boluda donde pasa directamente a ejercer de oficial de puente y capitán de remolcador en el periodo 2019-2021, hasta que Naviera Armas le ofrece el puesto de Primer Oficial en el buque rápido Volcán de Teno, y con posterioridad y en el mismo cargo, en el que lleva el nombre de nuestro volcán submarino, el Tagoro, hasta que en la presente temporada veraniega hemos podido tenerle como capitán de nuestro barco, el Volcán de Tirajana.
De todos es sabido la devoción indescriptible de la gente del mar por su patrona, la Virgen del Carmen, pero en el caso de Manuel Delgado Padilla recobra un mayor énfasis porque ese día y en distintos años, un 16 de julio, cumplió dos de sus promesas de vida: viajar como primer oficial en el Teno, y posteriormente, en el caso del Tirajana, como capitán.
De ascendencia gallega y gomera, dos `g´ que nos hablan de su grandeza, se crió entre revistas y periódicos porque su padre, con el mismo nombre, primer apellido y también con mucha historia de superación y duro trabajo, vino del Cambeo orensano gallego a hacer la mili en la isla del descubrimiento, donde una gomera le enamoró hasta tal punto que sus raíces quedaron perpetuadas en Canarias con una trayectoria en la comunicación de cuya impronta queda el haber sido fundador del Grupo de Comunicación Tribuna Fórum y Tribuna de Canarias. La peor travesía navegada por nuestro capitán ha sido sin duda la pérdida de su padre a causa de una enfermedad, que en mayo de 2020 y en plena pandemia de la COVID, no le permitió despedirle.
`Ningún mar en calma hizo experto a un marinero´, posiblemente esta es la historia y la vida de un marinero, aventurero de nacimiento, que ama el mar pero que se preocupa por lo que ocurre también en tierra firme. Le gusta la actualidad de las islas, sus problemas, sus carencias, sus aspiraciones, … y disfrutar de la cultura y las tradiciones. El mismo lo reconoce, “todo lo mucho o poco que tengo, se lo debo a mis padres que me inculcaron los principios del trabajo dedicación y superación; y como no, a su compañera de vida, Cristina, que le ha marcado el rumbo para disfrutar con la máxima plenitud de sus dos niños, y que solo haya un único puerto de origen y destino para este gran capitán y marinero”.