Las dos grandes islas, las más pobladas, tienen un grave problema de movilidad y conectividad. Interminables atascos en las autopistas y agotamiento de las grandes infraestructuras ante un crecimiento poblacional absolutamente desequilibrado. La respuesta en Canarias ante estos retos no es curativa, sino paliativa. Nunca se han intentado corregir los desequilibrios demográficos, que tienen que ver con las sedes de los centros de poder institucional y económico. La respuesta ha sido únicamente dar más respuestas a mayores demandas: más carreteras, más aeropuertos, mayores puertos.
En los últimos tiempos nos estamos informando de una nueva solución para los atascos de la Autopista del Norte en Tenerife. Es la cuarta que conozca. Ahora se propone soterrar la autopista para que circule por la superficie un tranvía hasta el aeropuerto de Los Rodeos. Se están invirtiendo en Gran Canaria y Tenerife cientos de millones en túneles y nuevas ampliaciones de la red viaria. Se ha anunciado una reactivación de los proyectos de tren ligero para las dos islas, así como la ampliación del aeropuerto Tenerife Sur y nuevas obras para mejorar los dos puertos.
La firmeza de esta respuesta choca con el desinterés con que se trata la conectividad marítima de las tres Islas Verdes de Canarias, estranguladas desde hace años por un puerto como el de Los Cristianos, clamorosamente insuficiente para responder a las necesidades de las tres islas. No tiene sentido que se haya contemplado durante casi un cuarto de siglo una gran infraestructura vital para nuestras islas y luego se haya desechado olímpicamente, tirando a la basura no solo un cuarto de siglo de estudios sino la inversión en las conexiones de Fonsalía con la Autopista del Sur.
La culpa de que nuestras tres islas, La Palma, La Gomera y El Hierro, sigan sufriendo la desidia y el desinterés de los responsables, de ahora y de antes, de las políticas públicas en Canarias, no es ajena; es nuestra. No hay que buscar responsables en otro sitio sino que en nuestra propia incapacidad para levantar la voz y defender lo que resulta vital para el desarrollo de nuestra tierra. Los viajeros y las mercancías fluyen a través de un cuello de botella que se llama Los Cristianos y lo sufrimos con una paciencia y una resignación que a veces parece inexplicable. Los atascos en las carreteras de Tenerife y Gran Canaria se traducen en protestas indignadas, en denuncias en los medios de comunicación y en presión sobre los que tienen la responsabilidad de solucionarlo. Pero nuestros padecimientos raramente ocupan titulares. Son cosa menor, como se suele llamar indebida y paternalmente a nuestras islas.
Va siendo hora que los representantes de las Islas Verdes sepamos darle prioridad a nuestras necesidades. Ha llegado el momento de exigir, a quienes corresponda, que amplíen el foco de sus miradas para que abarque también a los miles de canarios cuyo desarrollo económico depende de un puente marítimo eficiente y rápido. El Puerto de Los Cristianos ya no vale para nosotros. Es un hecho incontestable que sufrimos cotidianamente. La solución de acometer una obra faraónica para soterrar los tráficos portuarios en el mismo emplazamiento no solo es un proyecto a larguísimo plazo sino que supondría, durante los años que dure la obra, elevar a la enésima potencia el colapso y la congestión que sufrimos en la actualidad e incomunicar de facto aún más a nuestras islas.
Las Islas Verdes debemos exigir con carácter inmediato que se defina cuál es la solución que se propone para nuestro tráfico marítimo. No podemos seguir con declaraciones en los medios que hoy dicen una cosa y mañana otra, porque se está jugando nada menos que con nuestro futuro. Los cabildos, los diputados de las tres Islas Verdes y todos los ciudadanos que sufren cotidianamente una situación de estrangulamiento que se ha cronificado, tienen el derecho y el deber de exigir respuestas a nuestros gobernantes. Las mismas respuestas, con la misma urgencia y con el mismo denuedo inversor, que se da a los graves problemas de infraestructura que se padecen en otras zonas de Canarias. No queremos ser más que nadie, pero tampoco menos.
Nuestras alternativas de desarrollo pasan por la conectividad aérea y marítima. Lo hemos visto en un tiempo en donde conforme mejoraba el transporte mejoraban los indicadores de nuestras economías insulares. Si nuestra conectividad es deficiente será un lastre imposible de superar. No nos podemos permitir el lujo de seguir esperando mientras, con perdón, marean la perdiz con propuestas de nuevos estudios y futuros debates. Necesitamos una respuesta, un proyecto, una solución. Y lo necesitamos para ayer.