Por Salvador Suárez Martín.- Aún en plena resaca de debate, medios y ciudadanos discuten y opinan sobre quién fue el ganador, cuál el perdedor, quien aportó más o quien metió más la pata. Difícil decir algo diferente, o decir algo que no parta de una subjetividad política o personal. Tratar de hacerlo puede ser una tarea imposible, pero incluso así, descartando los puntos más analizados, los más discutidos o los más evidentes podríamos destacar algunas ideas.
Primera, que los debates no terminan al finalizar los minutos correspondientes al programa de radio o televisión. Como el efecto de un terremoto, sus réplicas se desarrollan en medios, redes y tertulias por toda la sociedad. Son esos segundos escalones, estas digestiones y aportaciones las que dan gran parte de su valor. Si al terminar el debate, la valoración es mala para un candidato, la prensa y una buena tarea de comunicación de sus colaboradores puede centrar la atención en los puntos adecuados y el resultado ser algo muy diferente. Aunque lo más común sería lo contrario, un papel no tan malo en el debate puede quedar en un fracaso absoluto si los propios o extraños lo gestionan equivocadamente o de manera adecuada. Y digo adecuada porque en muchos casos los “hooligans”; en plan post-partido futbolero, sólo consiguen el efecto contrario al buscado, en uno y otro sentido. Por eso, aún es pronto para saber todos los efectos del último debate nacional.
Segunda, los debates se nos quedan cortos, demasiados temas sin contar los que se quedan atrás. Nuestra democracia se merece un tratamiento más profundo. Los debates electorales no pueden reducirse a una cita puntual donde en algunos minutos los diferentes candidatos se complican en píldoras temáticas, donde sólo se rasca la pintura de la fachada de los grandes asuntos y problemáticas que la ciudadanía espera oír. Lo ideal podría ser que los debates de los candidatos solo fueran la guinda final a una serie de debates monotemáticos con representación de cada partido. Que después de una serie de debates sobre sanidad, educación, empleo,… finalizara todo con uno general de los candidatos, quizá no tendrían la misma audiencia pero justamente no debería ser un problema de audiencia.
Tercera, en ocasiones olvidamos que cada partido tiene su público. De nada vale que un candidato deje un buen sabor de boca en votantes que jamás le van a votar y en cambio deje desmotivados a los suyos o sin gancho entre los que dudarían en votarle. Por eso muchos análisis post-debate son poco más que una opinión personal sin ninguna lógica. Nos empeñamos en decir “esto o lo otro no es lo que se espera de un candidato” sin pararnos a pensar que es lo que nosotros no esperamos de un candidato pero que quizá otros sí o que en este determinado momento si es lo que busque la mayoría.
Cuarta, no hace falta hablar más o gritar más. En ocasiones con hablar poco pero bien y dar un buen cierre se puede convencer más que hablando todo el rato para no llegar a nadie.
Quinta, no podemos quejarnos de que muchas veces todo se reduzca a un tema de imagen, la comunicación no verbal es parte importante de nuestro día a día, tan importante para un debate presidencial como para la hora de decidir en qué tienda comprar. Son señales más allá de lo que se dice, nos transmiten seguridad o no para creer en ellos, para tratar de conocer cómo actuarán ante imprevistos o hasta qué punto podrán mantenerse fieles a sus propuestas, o cuanto creen en ellas. Negar este hecho es negar parte del ser humano.
Claro que todo esto es fácil decirlo estando fuera. Aun siendo políticamente incorrecto en los tiempos que corren defender a un político, me imagino lo complicado que debe ser tener ese examen. En un error el trabajo de un partido -porque no hay que olvidar que, nos gusten sus ideas o no, hay esfuerzo y tiempo de muchas personas tras estas candidaturas- puede venirse abajo o ganar un gran impulso. Por eso, más importante que un día bueno o malo de un candidato debemos pensar en los debates como una parte más del puzle que debe ayudarnos a orientar nuestro voto. Una importante decisión donde entrarán en juego sus actuaciones en un debate y cómo reaccionaran a sus efectos. Pero más importante que todo esto es su programa, la ideología, la trayectoria,… más allá de una actuación puntual.