La felicidad de un pobre pescador era esta barca de fibra cargada con 700 kilos de cazón,dorada,guachinango y tiburón,a pocas millas de llegar a puerto. Después de tres días y sus noches de pesca,Raymundo Rodríguez,de 48 años,alias El Chupa,conocido así porque en tierra es capaz de beberse su peso en cerveza,y Mario Moreno,un corpulento anciano de 72 años de vida,volvían hacia Acapulco fantaseando en qué gastar los 4.000 pesos (235 euros) que cada uno sacaría por la carga.
La hielera del centro,una caja verde de dos metros de largo,uno de ancho y uno de profundidad,iba desbordada por el hielo y los peces. «En tu vida haces pocos días así de pesca»,recuerda abatido Raymundo. Era la justa la recompensa después de 10 días sin poder salir al mar.
El huracán Odile acababa de destrozar Baja California y bajaba por la costa del Pacífico,desatando su furia de agua y lluvia a su paso. Así que,después de esos 10 días,Raymundo Rodríguez y Mario Moreno se echaron a la mar desde Acapulco (sur de México) sin saber que detrás de Odile llegaba la tormenta tropical Polo y su lluvias y olas de tres a cinco metros de altura.
Este es el testimonio en primera persona de la supervivencia de Raymundo tras el naufragio.
DÍA 1. Miércoles 17 de septiembre
Eran las tres de la tarde y el cielo estaba del color del plomo. Traíamos algo de agua en la embarcación,que estaba un poco hundida por el peso del pescado,pero estábamos felices. Hasta que,de repente,entró una ola que hundió la popa por el peso del motor. La punta de la barca apuntaba al cielo cuando entró una segunda ola y de repente todo estaba flotando alrededor: los bloques de hielo,el pescado,las mantas,el anafre… Con la siguiente ola la barca se volteó y cuando me di cuenta ya estábamos en el agua.
Empecé a nadar y le pregunté a Mario: «Y ahora,¿qué hacemos?». «Pues ya vamos a morir»,me contestó. Yo vi la hielera a un lado así que saqué el pescado que quedaba dentro y me metí. Él se había separado 30 metros de la hielera y le grité: «Vente acá para que te subas». Intentó subirse varias veces pero cada vez que lo intentábamos la hielera se daba la vuelta. Y así una y otra vez y empezaba a caer la noche.
Al final,conseguí estabilizar la hielera atando un cabo a la barca hundida. En aquel momento las olas eran grandes y llovía. Yo lo sujetaba y le decía: «No te sueltes y no me vayas a dejar solo». Finalmente se subió,se sentó y nunca más se movió.
DÍA 2. Jueves 18 de septiembre
La noche fue larga pero amaneció. Lo único que sabía cuando nos hundimos era que estábamos a 24 millas de la costa porque Mario estaba mirando el GPS portátil cuando volcamos. Estábamos sentados uno frente al otro pero apenas hablábamos entre nosotros.
Hacia las 10 de la mañana se acercó un pájaro y se posó en el borde la hielera. Yo lo agarré por las patas e intentó picarme,pero le retorcí el pescuezo y empecé a chupar la sangre poco a poco. Con la sangre me mojaba los labios y tragaba pequeños sorbos. Poco después volvió a posarse otro pájaro,uno que aquí llamamos buzo,e hice lo mismo. Le agarré las patas,le partí el cuelo y sorbí.
Dos horas después volvió otro pájaro. Mario me miraba y le dije entonces que chupara para no deshidratarse,pero él sólo movió la cabeza de lado a lado para decirme que no. Yo insistí en que debía coger fuerzas pero él no quería. Entonces tomé el pájaro,lo abrí por la mitad y me fui metiendo las tripas en la boca.
Nunca antes había comido pájaro pero vi en una película que se lo comían. Tiene un pellejo duro. No es como las gallinas y hay que abrirle el cuero con la boca. A mí me sabía sabroso. La carne no la comía sino que la mascaba y la mascaba para sacarle el jugo y la sangre y eso tragaba. Luego tiraba la carne porque si la tragaba iba a tener más sed.
Ya había pasado el temporal y el sol pegaba fuerte. Tanto que tuve que cubrirme con un trozo de trapo que mojaba continuamente. Mientas tanto Mario se iba apagando. Me miraba pero cada vez con los ojos más cerrados y la cabeza más caída. Yo le decía que aguantara y él empezó a llorar. El sol,la sal y el agua le estaban provocando una herida en el lomo que estaba en carne viva.
Yo de vez en cuando me incorporaba para desentumecer las piernas y le colocaba en la espalda la esponja mojada para que no rozara. Empecé a beber agua de mar,un poquito nada más,que tomaba así,con la cuenca de la mano. Al principio era sólo un poquito pero te dan ganas de beberte toda. Tienes que hacer un esfuerzo por controlarte.
DÍA 3. Viernes 19 de septiembre
A las 2:00 am me desperté porque oí el motor de un carguero,me puse de pie,grité e hice señas pero nadie me vio. Fue desesperante porque además había gente en cubierta. Mario ni se levantó pero aún seguía vivo. Yo me puse de pie pero ellos van altos y yo bajito y por mucho que grité nadie me escuchó.
La noche no da miedo y es fácil saber qué hora es porque hay unas estrellas que salen a las 10:00,otras a las 11:00,otras a las 2:00 am… La noche es mejor porque no te quema el sol. Mario y yo seguíamos sin decirnos casi nada para no gastar energía.
Dormitábamos todo el día pero yo veía que Mario se iba. Ponía la cabeza junto a su corazón y se oía que iba más rápido. Como si estuviera agitado. Ese día atrapé una tortuga. Eran cerca de las dos de la tarde cuando se acercó una tortuga a la hielera. Entonces la atrapé con las manos y la subí a la caja.
Casi no cabíamos. El animal pesaba unos 20 kilos,le di la vuelta y dejé que pateara hasta que se cansó. El animal intentaba morder pero sobre todo tenía miedo de que golpeara a Mario y le dejara cicatrices,porque no las hubiera resistido. Cuando se cansó de patalear le clavé un palo en la zona blanda y le hice un agujero y empezó a echar sangre.
Con una esponja fui empapando,chupándole la sangre y bebiendo. Mojaba,bebía y descansaba. Así varias veces. La sangre caliente sabe a leche. Bebí poco a poco hasta que unas horas después se empezó a licuar la sangre y ahí paré porque cuando se queda como gelatina es malo.
Yo le ponía la esponja a Mario en la boca para que bebiera pero ya no reaccionaba. Después de un rato se murió. Tenía la quijada caída y en las venas ya no tenía pulso. No oía su corazón. Yo me quedé en silencio viéndolo largo rato y por primera vez pensé que si no venían a por mí me acabaría pasando lo mismo. Esa noche dormí profundamente. La sangre de tortuga me había dejado exhausto.
DÍA 4. Sábado 20 de septiembre
Cuando me desperté ya pegaba el sol bien recio y pasó una avioneta por encima que parecía que nos estaba buscando,pero no nos vio. La caja se movía en el mar y yo tenía a Mario junto a mí. Por la tarde,después de todo el día al sol,empezó a echar espuma por la nariz y por la boca.
Pensé que tenía que sacarlo de ahí,pero me preocupaba lo que diría su familia,qué les podía decir o que me enviaran al juzgado. Así que después de unas horas lo saqué de la hielera y lo amarré a la barca. Lo dejé una hora. El cuerpo estaba flotando boca abajo. El mar ya estaba tranquilo pero el cuerpo empezó a hincharse y temí que reventara. Así que decidí soltarme de la barca volcada pensando que si a mí no me encontraban por lo menos aparecería él. Temía que la familia pensara que lo maté yo o que no había hecho todo lo posible por salvarlo.
DÍA 5. Domingo 21 de septiembre
A primera hora apareció en el cielo por segunda vez la avioneta que nos estaba buscando. Esta vez sí pensé que ya nos habíamos librado,pero cuando giró y se alejó fue desesperante. Yo le pedía a Dios que me salvara y que me diera fuerzas. Pero tenía confianza en llegar a tierra porque sabía que soplaba sur,que me llevaba a tierra. Si sopla el norte me lleva para lo hondo.
Después de algunas horas empecé a ver tierra y me quedé dormido. Cuando empezaba a caer el sol atrapé otro pájaro y lo guardaba para mi cena. A las 7.00 pm escuché el motor de un barco. Era el velero que me encontró a seis millas de la costa. Intenté ponerme de pie pero se me doblaban las piernas.
Luego me enteré de que a las 12:00 de la mañana habían encontrado a Mario y que a esa misma hora habían decidido suspender la búsqueda. Mi madre ya había comprado la comida para convidar a las vecinas durante el entierro.
CODA
Cuando llegó a tierra Raymundo tenía quemaduras de segundo grado. Había perdido una fortuna en pescado,cuatro kilos de peso y a su amigo Mario. Pero logró conservar la vida.