Un simple vistazo a los colores del mapa político europeo es suficiente para darse cuenta: En la UE manda la derecha. El continente donde nació y se desarrolló la socialdemocracia,el mismo que aupó y consolidó el Estado del bienestar de la mano de socialistas como el alemán Willy Brandt o el sueco Olof Palme,el territorio de Miterrand,González o Craxi,ha dejado de lado el rojo y se tiñe cada vez más del color azul con que se identifican los partidos conservadores.
Tan sólo seis de los 27 países de la Unión Europea tienen actualmente gobiernos que se consideran a sí mismos de izquierdas,y de ellos,dos (Chipre y Eslovenia) apenas tienen peso político. El resto,con la excepción de Austria,están todos en el sur,en el arco mediterráneo: En Portugal y en España los socialistas gobiernan en minoría,y,en el caso español,a menos que se produzca un vuelco espectacular en los próximos meses,con pocas esperanzas de seguir haciéndolo después de la gran derrota que acaban de sufrir en las elecciones municipales y autonómicas. Sólo en Grecia,en pleno polvorín social y con una economía en estado de coma,tienen mayoría absoluta.
En 1995,de los 15 países que formaban entonces la Comunidad Económica Europea,tan sólo cinco (Alemania,Austria,Bélgica,Luxemburgo y el Reino Unido) tenían gobiernos conservadores.
La tendencia,además,no es sólo país por país. También es evidente en las instituciones supranacionales. En las elecciones al Parlamento europeo de 2009,los partidos y alianzas de centro derecha obtuvieron una clara victoria que refleja la Eurocámara actual: El PP europeo (democristianos y liberal conservadores) suma 403 escaños; el resto (socialistas,ecologistas,comunistas e independientes),274.
Pero si la fotografía política de la Europa actual es clara,no lo son tanto sus causas. Los factores que han llevado al actual declive de la socialdemocracia en el Viejo Continente son muchos y complejos,varían de Estado en Estado,y,en muchos casos,dependen del punto de vista ideológico con que se analicen.
La sombra de la crisis
Sí parece existir cierto consenso,no obstante,en una serie de motivos generales. Por un lado,la izquierda en Europa se enfrenta a un electorado que,a pesar de la aguda crisis económica,goza de unas condiciones de vida generales mejores que hace medio siglo. Pese al aumento del paro y a la falta de perspectivas,hay más clase media y menos 'lucha de clases',y una buena parte de esta población,muy envejecida además,opta por asegurar lo que tiene,confiada en que tampoco va a perder los logros sociales básicos conseguidos. A menudo,por otro lado,los ciudadanos más castigados son personas que están perdiendo lo que tenían,más que personas que nunca han tenido nada.
Pero para la mayoría de los expertos,sin embargo,el gran desencadenante,es la crisis económica. En líneas generales,la mayor parte de los malos resultados electorales logrados por la izquierda (muy especialmente,en Europa del Este) se han producido,sobre todo,a partir de 2008,el año en que quebró Lehman Brothers y la recesión global se hizo oficial. Las durísimas políticas de ajuste llevadas a cabo por los gobiernos como solución (acertada o no) les han acarreado un desgaste brutal. Los poderes ejecutivos europeos han optado por combatir la crisis y reducir sus déficits a base de recortes sociales y tijeretazos presupuestarios,y con políticas donde apenas es distinguible el color político y ya sólo queda un color,el financiero. La ideología,como en el caso de España,ha salido de la economía y ha quedado reducida a otros ámbitos más relacionados con los valores o las costumbres (igualdad,aborto),ámbitos que,con ser también importantes,no afectan directamente al bolsillo de la gente.
En el caso de la izquierda,es la consagración de la famosa 'tercera vía' inaugurada por el exprrimer ministro británico Tony Blair. Es decir,economía de mercado total,con un toque de izquierdismo social. La fórmula funcionó mientras duraron las vacas gordas. Cuando llegaron las flacas,fruto en buena parte de políticas inspiradas en el capitalismo más puro (apuesta por el consumo,endeudamiento especulativo),a la izquierda,que en ese momento ocupaba el poder en muchos países,le tocó pagar los platos rotos,los hubiese roto ella o no.
Aquí,no obstante,es donde entran los matices y donde hay también más espacio para diferentes lecturas. Para unos,la socialdemocracia está siendo víctima de sus propios pecados. Para otros,la izquierda ha tenido que lidiar con una crisis provocada por un sistema que es,básicamente,de derechas,y ante la que no cabía actuar de otra manera. Según este último punto de vista,los socialistas no han tenido más remedio que sacrificar su popularidad en aras de una recuperación económica que empezará a notarse cuando,posiblemente,les hayan echado del poder.
En cualquier caso,la realidad es que tres de los países más afectados por la crisis (Grecia,Portugal y España) están gobernados por partidos socialistas.
División y desencanto
Otro factor importante es la división del electorado socialdemócrata. Tradicionalmente,los votantes de izquierdas castigan más a sus representantes que los de derechas,y muchos de ellos empiezan a optar por movimientos hasta ahora minoritarios o emergentes,en los que ven mejor representadas sus aspiraciones de auténtico cambio social,desde los verdes (Alemania) hasta los indignados del 15-M (España),y más allá del 'voto práctico' o incluso del funcionamiento tradicional del sistema político en sí. O,simplemente,no votan,o votan en blanco,o votan nulo. Muchos votantes tradicionales de la izquierda se empiezan a mirar más en ejemplos como los protagonizados por el pueblo islandés,o incluso en el de las revueltas democráticas árabes. En este último caso,ni el contexto ni lo que se pretende cambiar son en absoluto comparables,pero tal vez sí lo sea el deseo de una política que vuelva a estar a pie de calle,y no sólo en las sedes de los partidos.
Por contra,en el espectro político de la derecha,al menos en teoría,hay menos opciones. Es difícil generalizar,pero normalmente se parte de la base de que los votantes conservadores desencantados de gobiernos de derechas no empiezan a votar a la izquierda,ni migran tampoco de un modo significativo a los partidos de ultraderecha. Estos últimos suelen encontrar sus apoyos (cada vez más,por otra parte) en estratos más relacionados con ideologías ultranacionalistas,antieuropeístas o antiinmigración.
Los partidos socialdemócratas tradicionales se enfrentan,además,a lo que muchos analistas califican como estructuras organizativas caducas,más propias del siglo pasado que de una sociedad como la actual,donde la comunicación es cada vez más horizontal (Internet,redes sociales,globalización de la información,efecto contagio) y cada vez menos vertical (líder,partido,rueda de prensa,militantes,fidelidad). Unas estructuras que,en muchos casos,y aunque no siempre,son ajenas o no saben dar respuestas claras a los problemas de los que habla la gente en la calle. La percepción de una buena parte de los votantes potenciales de muchos partidos socialdemócratas es que hay más debate sobre el reparto de poder interno que sobre las ideas. Los jóvenes de Sol,los indignados del 15-M,buscan un cambio profundo en la forma de gobernar,no un simple cambio de caras.
Sobre el papel,el ideario socialdemócrata (equidad fiscal,financiación de servicios públicos,economía mixta,ecologismo,multilateralismo,estado del bienestar,secularismo,progresismo) no ha cambiado. En la práctica,sin embargo,muchos de estos valores parecen haber pasado a un segundo plano,diluidos entre la supuesta necesidad de combatir la crisis económica con recetas impopulares,y las luchas internas por el poder político.