“Las cosas no son así. Están así y vamos a cambiarlas”. Terminaba el presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo, su intervención inicial en el Debate del Estado de la Nacionalidad con una cita del pedagogo Paulo Freire, quien fuera Secretario de Educación de São Paulo y un revolucionario de corazón y de ideas. Freire se atrevió a cambiar las cosas, sin escuchar a quienes decían que el cambio era imposible. Sin reparar en trabas y, sobre todo, confiando en el valor insustituible que supone para una nación el caudal humano.
No es, por tanto, casual, que el presidente escogiera precisamente esa cita y ese autor para rubricar un discurso de cambio, de esperanza, de profunda confianza en los habitantes de las ocho islas y en su capacidad para avanzar, con las herramientas necesarias, hacia el futuro brillante que esta tierra merece y al que no renunciamos los nacionalistas.
Las opiniones del resto de grupos políticos, como era de esperar, han sido diversas y ajustadas a los idearios e intereses de cada una de las formaciones y, en mayor medida, de las personas que las lideran. Lo que nadie ha puesto en duda es que este ha sido el discurso más integrador, conciliador, generoso y moderno –en su acepción de ‘ajustado al tiempo en el que vivimos’– que se haya escuchado de un presidente del Gobierno que, en apenas ocho meses de gestión, ha tenido bien presente a Freire y a otros que, como él, piensan que el mundo es de quienes se atreven a cambiarlo.
Clavijo es un hombre de su tiempo. Y ha sabido entender que la nueva situación requiere nuevas soluciones. Esas soluciones son nuevas, no porque no estuvieran inventadas, sino porque hasta hoy no se habían logrado aplicar del modo que este presidente está haciéndolo: sin fuegos artificiales, sin propaganda hueca. Dando respuestas realistas, pero efectivas. Muy alejadas de la política de titulares que tanto admiran otros líderes emergentes. Avaladas, en cambio, por equipos solventes que trabajan con un objetivo común.
Como diputada de Coalición Canaria en el Congreso, soy parte integrante de ese equipo de hombres y mujeres que, cada uno desde su ámbito, trabajan para que Canarias se acerque a la media nacional en todos los asuntos que no ha resuelto el Gobierno del Estado, que no acaba de comprender que los canarios necesitamos un trato distinto para llegar a ser iguales.
Es, lamentablemente, un espectáculo bochornoso el que estamos sufriendo, con la ausencia de Gobierno a más de 100 días de las elecciones. En el otro lado, el Gobierno de Canarias y los partidos que lo integran, están dando una lección de trabajo, consenso y diálogo y tendiendo, además, la mano al resto de los grupos políticos para afrontar los retos de Canarias, que necesita estar fuerte y unida para reivindicar lo que, en justicia, nos corresponde.
Como dijimos en la fallida sesión de investidura de Pedro Sánchez, no debemos olvidar que mientras en el Hemiciclo no nos ponemos de acuerdo, fuera, la gente sigue teniendo problemas que resolver. Porque la crisis no ha acabado para las pequeñas empresas, ni para los autónomos, ni para los pensionistas, ni para las familias. Y discutir en las instituciones, sin llegar a acuerdos, es lo que nos aleja del corazón de la gente.
Canarias no puede ni debe esperar más. Tenemos negociaciones cruciales que deben resolver en Madrid, como la actualización del REF económico, los convenios en Costas, Obras Hidráulicas, Vivienda, Infraestructura Turística, Infraestructura Educativa y Carreteras. Es tiempo de abordar una reforma de la Constitución que recoja nuestra condición de ultraperificidad, como ya reconoce Europa, y el blindaje del Régimen Económico y Fiscal. Se tienen que recuperar de forma urgente los Planes de Empleo específicos para Canarias y reducir los costes del transporte de pasajeros y mercancías como un derecho de todos los canarios. Y, sobre todo, es urgente la modificación del sistema de financiación que resta cada año a las islas en torno a 700 millones de euros.
El presidente lo ejemplificó muy bien, con un relato directo, sin perderse en nomenclaturas difíciles y lenguaje retórico: Un sistema de financiación más justo significaría poder atender a 915 dependientes más, a 1.500 perceptores más de las PCI y destinar diez millones de euros adicionales cada año a formar a 6.450 desempleados. Se traduciría, también, en la apertura de 17 quirófanos más y reducir las listas de espera con 12.495 intervenciones al año. Permitiría contratar a 192 profesores más, 1.376 auxiliares de conversación y generar 14.500 becas para profesores y 5.500 para alumnos. Crearía 500 plazas para maestros y 476 para profesores de la ESO y se traduciría en 13.902 puestos de trabajo.
En estos ocho meses se han conseguido grandes logros, fruto de la recuperación del diálogo con el Estado, como el desbloqueo de los parques eólicos y el REF fiscal. Y el hito más importante que ha surgido de ese entendimiento entre instituciones es la condonación del pago de 160 millones anuales del extinto IGTE que se van a gestionar a través del Fondo de Desarrollo para el que, de nuevo, se necesita consenso y altura de miras.
Queda mucho por hacer. Es mucho lo que nos jugamos. Y, por eso, hay que seguir apelando al trabajo duro y al entendimiento. Esta realidad política, que no nos es ajena a quienes tenemos alguna experiencia, ya se vivió en la Transición. Si pudimos, en ese momento, avanzar, ahora tenemos la misma obligación de hacerlo, sin líneas rojas, ni muros. El diálogo implica un encuentro de los hombres para la transformación del mundo, decía, también, Freire. Es en esa estela, iniciada por el presidente, en la que debemos continuar para que este sea, por fin, el tiempo de Canarias.
Ana María Oramas González-Moro
Diputada de Coalición Canaria en el Congreso