Una Isla en la que los habitantes hablan mediante silbidos. Esa es la leyenda que durante siglos ha envuelto a La Gomera, un legendario lugar en el que este particular medio de comunicación nace del aislamiento y de su imposible orografía en la que se suceden profundos valles y barrancos intrincados. No existen datos fiables sobre el origen de esta lengua más allá de las suposiciones que apuntan a que lo utilizaron los bereberes hasta la llegada de los castellanos.
Resultó de gran utilidad hasta finales de los años sesenta del pasado siglo, momento en el que estuvo a punto de perderse con la implantación de nuevos sistemas de comunicación más efectivos. Sin embargo, la labor desarrollada en la Isla para garantizar su conservación ha dado sus indudables frutos. Desde hace años se imparte en las escuelas, primero como actividad extraescolar y luego como materia obligatoria, desde primero de Primaria hasta segundo de la ESO, incluida dentro de Lengua.
Para demostrar la efectividad de este medio decir que con condiciones meteorológicas favorables, un mensaje puede llegar hasta 4 kilómetros de distancia, con lo cual podría recorrer la totalidad de la Isla si se silbara doce veces. Desde el punto de vista técnico se trata de una codificación del lenguaje que se reduce fonéticamente a 4 consonantes y 2 vocales, frente a las 22 y 5, respectivamente que existen en el español. Es adaptable a cualquier idioma y está considerada un lenguaje independiente y característico de la Isla. Al igual que la voz, el silbo de cada persona es diferente y propio, tanto por el sonido como por la forma de colocar las manos, lo que permite que cada silbador sea identificado por la persona con la que habla desde la distancia. Pero sobre todo la supervivencia de este lenguaje y su reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad, es una prueba viviente de cómo se pueden conservar manifestaciones ancestrales si se aúnan esfuerzos.
En este línea el presidente del Cabildo de La Gomera, Casimiro Curbelo Curbelo, anuncia que el Centro Insular del Silbo será una realidad a lo largo del presente año con lo cual se dará un paso más en su conservación. Recuerda Curbelo que el título de Patrimonio de la Humanidad fue un logro de toda la sociedad y de las instituciones de la Isla que se involucraron a fondo, primero haciendo la propuesta y luego luchando para que fuese aceptada, tal y como ocurrió.
El presidente resalta el hecho de que el silbo sigue vivo precisamente gracias al esfuerzo de todos los ciudadanos de la Isla y su introducción en el sistema educativo. “Debemos cuidar mucho del rigor que requiere el lenguaje silbado y respetar fielmente la tradición de este bien patrimonial”, indica Curbelo. La Agrupación Socialista Gomera (ASG) integrada en el grupo mixto del Parlamento canario, a la que pertenece el también diputado regional, busca una mayor implicación del Gobierno de Canarias en la conservación del silbo.
Desde la Cámara regional han reclamado más apoyos institucionales para preservar y difundir este sistema de comunicación. Con este fin han presentado una batería de preguntas al ejecutivo autónomo para sondear sobre las medidas previstas para conservar este lenguaje.
Isidro Ortiz, «puede ser considerado el padre del silbo». Nacido en Chipude, vio como a finales de los años setenta existía un riesgo cierto de que desapareciera. Por ello, hizo un gran esfuerzo para que se impartiera como una materia optativa en la escuela de Chipude durante el recreo. En un principio era tal su vocación que ni siquiera cobraba por dar clases. A mediados de la década de los años ochenta consigue que se vaya impartiendo en el resto de la Isla, dado el interés que va surgiendo en cada uno de los municipios. Las instituciones con el apoyo de los padres y madres, poco a poco, fueron impulsando y dándole más fuerza a la iniciativa.
Ortiz señala que el gran peligro de desaparición viene de que, por un lado ha perdido utilidad y por otro no tiene salidas profesionales. El silbo ha estado presente en los grandes acontecimientos de la vida de La Gomera. Por ejemplo, sirvió para anunciar la muerte de Guillén Peraza. “Era el único teléfono que había antes y resultaba realmente necesario”, señala por último.
Estefanía Mendoza Barrera es una joven de 29 años que cuando tenía ocho decidió apuntarse a los cursos que en aquellos tiempos se daban para recuperar el silbo. En ese momento era una asignatura optativa. Recuerda que sus abuelos sabían silbar y lo hacían por necesidad. Sin embargo, la generación de sus padres nunca lo aprendió y fue ahí cuando hubo un peligro real de que desapareciera.
Hace alrededor de dos décadas, su inclusión como actividad extraescolar supuso la revitalización de esta forma de expresión. Mendoza señala que se inscribió en el curso porque le llamó la atención y además como gomera se identificaba con este lenguaje. En definitiva, quería hacer lo posible para que siguiera vivo.
A partir de 2007 esta materia se implantó en todas las escuelas de la Isla como asignatura obligatoria y poco a poco se ha garantizado su continuidad. Mendoza indica que lo que más le gustó fue que cada día aprendía cosas nuevas. “Es como un idioma y la verdad es que tardé meses en aprender, pero una vez que lo conseguí fue a mejor. Ahí me motivé mucho más”. Esta joven cree que al fin y al cabo todo depende de la práctica.
Desde un principio le sorprendió el hecho de que dos personas se pudieran comunicar a través del silbo y utilizarlo en la vida diaria. Sin embargo, admite que en la actualidad ha perdido su razón de ser y el móvil con sus múltiples aplicaciones, le ha comido totalmente el terreno a este lenguaje. Al ser una de las pocas personas de su edad que conocía este sistema de comunicación, le llamaron para que participara en múltiples actos.
El más importante, seguramente, cuando en 2009 representantes de la Unesco se desplazaron a la Isla para comprobar si el silbo podía ser declarado Patrimonio de la Humanidad. No debió hacerlo mal porque efectivamente recibió este título en la categoría de bien inmaterial. Mendoza indica que gracias a las iniciativas adecuadas llevadas a cabo en el momento preciso, se ha conseguido que el silbo no pase a formar parte de la amplia lista de lenguajes muertos que en el mundo han sido.
Eugenio Darias Darias, es otro de los gomeros vinculados de forma estrecha con la recuperación de este lenguaje ancestral. Es de los pocos de su generación que todavía lo practicaba porque lo había aprendido “de toda la vida” y lo hablaba con su familia y con los chicos de la calle. En aquellos años de la infancia todavía era importante para realizar las tareas en el campo o cualquier otra labor por el estilo. “Asì nos ahorrábamos tiempo y esfuerzo”.
Curiosamente, en aquellos tiempos se utilizaba el silbo con tanta frecuencia que había que seguir escrupulosamente un turno con el fin de que las conversaciones no se mezclaran unas con otras. Mendoza continuó hablándolo porque le resultaba útil para practicar la colombofilia. De esta manera los aficionados se comunicaban desde las azoteas.
A finales de la década de los años sesenta es el momento en el que el silbo comenzó un paulatino declive que casi lo lleva a la desaparición. Curiosamente la lejanía e insularidad que tantos efectos perniciosos tiene sobre la vida de los isleños, en este caso sirvió para conseguir que esta manifestación cultural ancestral se mantuviera viva.
El Cabildo, siempre apoyó e impulsó este sistema de comunicación y se involucró en conseguir que tuviera la protección y la garantía que implica ser Patrimonio de la Humanidad. También ha sufragado gastos de cursos para formar a los docentes que se dedican a impartir la materia.
Mendoza dice que el truco es muy simple: “Hay que pasar las palabras habladas a silbadas”, a unas personas les cuesta más y a otras menos. Incluso las hay que se dan por vencidos. “Lo que más cuesta en conseguir el sonido, en cuanto lo consigues ya está todo hecho”. Ese veterano silbador cree que ya se ha superado el peligro de desaparición y que no se va a perder. Lo que no quita que considere de máxima urgencia la creación de la Escuela Insular del Silbo, en la que ya se trabaja. El objetivo es dar una continuidad a las personas que aprenden en la escuela pero que luego no lo practican nunca más. O también para los que no han recibido aún formación. O también para encontrarle salidas profesionales.
Mendoza descarta que se pueda incurrir en una intoxicación o vulgarización del lenguaje y en cuanto a las aplicaciones informáticas que lo utilizan dice que incluso “están muy bien para darlo a conocer porque así la gente se familiariza”. Pero eso sí deja claro que el silbo no se puede aprender por internet; la enseñanza debe ser presencial, advierte.