Inventaron el concepto los romanos y ahora, en nuestros días, en el lenguaje político cotidiano tiene una aplicación ambivalente para izquierda y derecha. Y eso que originariamente podía considerarse como un término neutro, hasta que fue cargándose de connotaciones que propician su utilización en los sentidos que se quiera.
El caso es que la palabra populismo ha sido elegida por la Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA) como la palabra de 2016, sucesora de escrache, selfi y refugiado. Fue un año de llamativos acontecimientos políticos, algunos de ellos completamente inesperados, por lo que es consecuente que el vocablo proceda de la política predominante, donde es utilizado, qué curioso, a conveniencia, a diestra y siniestra.
En Fundéu BBVA, reconocen que a lo largo de los últimos meses recibieron numerosas consultas sobre el significado real de populismo, “ya que parece evidente que el uso que se la da en los medios y en el debate político va más allá de la simple defensa de los intereses populares que mencioan, con distinstos matices, la mayoría de los dicionarios”. Fundéu valora, además de su incidencia en la actualidad informativa, el interés desde el punto de vista lingüístico.
La definición de la Real Academia Española de la Lengua determina la significación: la estrategia política que busca el apoyo de las clases populares con anuncios por todo lo alto. Otra acepción es la de aquella tendencia política que pretende devolver el poder a las masas populares frente a las élites. Y así, sirve para todo. Para la izquierda y para la derecha. Trump y Le Pen son tan populistas como Maduro, Correa y cualquiera de los gobernantes del peronismo. Esperanza Aguirre y Susana Díaz hablaban recientemente del populismo en contextos críticos distintos. El caso es que el vocablo acaba convirtiéndose en recurrente despectivo, en algún sentido, casi insultante.
Quizá buena culpa de ello resida en los medios de comunicación que van forzando de manera que se emplee el término con una visión negativa, sobre todo cuando se dice populistas a “políticos de todas las ideologías pero que tienen en común la apelación emotiva al ciudadano y la oferta de soluciones simples a problemas complejos”, según explica el coordinador de la Fundéu BBVA, Julián Lascuráin.
Estamos, pues, ante una llamativa evolución de una palabra que parte, como dijimos al principio, de una probada neutralidad, con derivadas como populismo y populista, con significados próximos a popular. Si la política sigue por los derroteros de los últimos tiempos, está claro que tendremos populismo para rato. Y entonces se confirmará que esto es una relexicalización, tal como suelen decir algunos lingüistas.