La Gomera es una tierra que ha inspirado a poetas y escritores. La Isla ha sido el lugar apropiado para que surgieran talentos indiscutibles como Pedro García Cabrera, tumultuosos como Félix Casanova, padre de otro de los grandes poetas canarios, prolíficos como Isabel Medina, llenos de misticismos y exotismo como los hermanos José, Pedro y Agustín Bethencourt u oscuros como Cesarina Bento. Cada uno de ellos ha llevado a La Gomera en sus obras a pesar de que el destino en todas las ocasiones les hizo recalar en otros enclaves. Pero la influencia del paisaje y las gentes quedó para siempre marcada y se convirtió en el principal rasgo de su literatura. Su inspiración y huella.
El presidente del Cabildo de La Gomera, Casimiro Curbelo Curbelo, relata que por mucho esfuerzo que se haga en ciertas ocasiones no se valora de la forma adecuada a los talentos intelectuales que existen en el entorno insular. “Es nuestra obligación tenerlos más presentes y lograr que aporten sus conocimientos a la sociedad porque son valiosísimos”. Curbelo mantiene que el Cabildo debe seguir participando en la reediciones de los libros más valiosos que han surgido de la Isla. Que no son pocos.
Y es que la institución insular no olvida a sus hijos escritores y hace lo posible para reconocer su talento. Cíclicamente dedica el Día del libro a un autor nacido en la Isla; manera de hacer que su nombre sea conocido entre las nuevas generaciones y de que no caiga en el olvido entre las antiguas. El resultado de la política emprendida desde hace años en materia de reediciones hace que en la actualidad la obra de Félix Casanova, El collar de caracoles sea el libro que más veces ha visto la luz.
Pedro García Cabrera, brillantez literaria y compromiso político
Cualquier relación que se precie de escritores de La Gomera tiene que comenzar forzosamente por quien ha sido su figura más destacada. Pedro García Cabrera, cuyas poesías son conocidas en la práctica totalidad de los rincones de Canarias. Este poeta vivió de forma directa pero en una realidad paralela a la Generación del 27 y supuso la aportación de las Islas a uno de los momentos más álgidos de la cultura española. Participó activamente en la labor titánica que puso en marcha el grupo de la Gaceta del Arte y que quedaría tristemente sesgada por el golpe militar del 36 que tantas iniciativas frustró. Los críticos dicen de él que su obra muestra las inquietudes intelectuales y artísticas de la literatura del siglo XX: neopopularismo, primeras vanguardias, poesía abstracta, surrealismo, poesía social…
Y todo tiene su origen en el lugar y el tiempo en el que nació; un 19 de agosto de 1905 en Vallehermoso. Aunque sólo residió en este pueblo hasta los siete años, la influencia posterior es evidente. No resulta extraño que a La Gomera le dedicase una obra que sólo podía llevar el nombre de la Isla. Toda una declaración de intenciones. Tras una breve estancia en Sevilla, la familia recala en Tenerife donde desde muy joven comienza a colaborar con la prensa en publicaciones como La Voz de Junonia, Gaceta de Tenerife o Hespérides. En esta última coinciden los escritores que en aquellos momentos se había subido al carro del modernismo y al regionalismo, de los que García Cabrera sería su máximo exponente. Es uno de los fundadores de Gaceta del Arte, revista internacional de cultura desde la que se organizó la llegada a las Islas de André Breton, principal representante del surrealismo. García Cabrera estuvo ligado al socialismo y participó en la vida política como concejal de Santa Cruz y consejero de Cabildo de Tenerife. La consecuencia inevitable es que cuando triunfó el golpe de Estado fue detenido y deportado a un campo de concentración en Villa Cisneros del que se evade en 1937 para regresar a España. Finalmente, vuelve a prisión poco antes de que acabe la guerra civil y allí permanecerá hasta 1946. En vez de optar por el exilio prefirió quedarse en las Islas, pese al desalentador panorama político y cultural que se vivió durante el franquismo. La llegada de la democracia la recibió con ilusión aunque apenas pudo verla consolidada. Murió en Tenerife en 1981.
Félix Casanova de Ayala, la poesía como semilla
Félix Casanova de Ayala, nació en San Sebastián en 1915 y murió en Tenerife en 1990. Los críticos lo definen como un “apasionado de la palabra” y al igual que García Cabrera o Bethencourt Padilla, se decantó por la poesía. Durante su estancia en Madrid se unió a escritores como Edmundo D’Ory o Eduardo Chicharro. En 1953 volvió a Canarias y comienza a desarrollar su obra desde La Palma, donde trabajó como dentista. Su viaje personal hacia la literatura se plasmaría en obras como El Visitante o Los botones de la piel.
Es el padre de Félix Francisco Casanova, considerado el Rimbaud canario. El autor gomero, por su parte, nunca olvidaría sus orígenes colombinos y muy al contrario estos acabarían marcando su obra como ocurre con El collar de caracoles, considerada su máxima creación.
Isabel Medina, una obra prolífica y versátil
En realidad su vida en La Gomera se limitó a sus tres primeros años de existencia en Hermigua. Pero la influencia de este tiempo ha sido tal que ha condicionado toda su obra, consistente en más de treinta libros. El primero apareció en 1982, cuando ya contaba con 39 años de edad y llevaba por título Gánigo de ausencia. Luego pasó a centrarse en la literatura infantil y juvenil en la que plasmó su talento literario. De hecho es la autora más prolífica y leída en este campo en las Islas. Y lo ha hecho tanto en poesía como en novela. En 2003 dio un salto a la literatura adulta, a veces con referencias autobiográficas. Ejemplo de su éxito es que algunos de sus poemas han sido musicalizados por artistas como Taburiente, Taller Canario, Verode o Marisa, su propia hija. Incluso ha escrito óperas, lo que da idea de su inquietud y versatilidad.
Dice que en realidad la influencia de La Gomera en su vida y obra le viene de sus padres. “Cuando uno se va, lo cierto es que las raíces se arranca y se llevan. Ellos se llevaron consigo toda la esencia de la Isla”. En 2015 el Cabildo le hizo un homenaje al dedicarle el Dia del libro. Ella se mostró agradecida con éste y otros reconocimientos como dedicarle una calle o una aula. Dice que nació con el amor de la lectura “y de ahí a escribir sólo hubo un paso. Me di cuenta de que en Canarias no se hacían libros para niños y por eso decidí escribirlos yo”.
Los hermanos Pedro, José y Agustín Bethencourt Padilla, misticismo, pasiones y exotismo
Pedro Bethencourt es otro caso de escritor nacido en la Isla pero que finalmente tuvo que abandonarla para marchar a Tenerife. Y también un ejemplo de pasión temprana por la literatura. Nació en Agulo en 1894 y desde muy joven comenzó a asistir a veladas poéticas y a publicar en la prensa del momento. La Gomera estuvo presente en su obra y en su vida pese que durante años viajó a Cuba o Madrid, una mezcla que en vez de despersonalizarlo le convirtió en una de las principales voces poéticas de su tiempo. De él se resalta su vinculación estrecha con el mar que unía los enclaves que más había amado y marcado en su vida: La Gomera y Cuba. Un rasgo fundamental de su personalidad literaria es la espiritualidad, la magia y el misticismo que derivan en su vinculación con la masonería. El resultado final, según los críticos, es una lírica que alcanza momento de auténtica brillantes y hondura. En cuanto a su hermano José Bethencourt Padilla, decir que fue fundador de la revista La Voz de Junonia y también colaboró con diferentes periódicos, para más tarde escribir la novela de influencia romántica La efigie de cera con singulares referencias a las emociones y pasiones que son comunes a lo largo de toda la obra. De Agustín los críticos destacan su afán por recorrer países exóticos y su conocimiento de lenguajes orientales. No por casualidad viajó por Oriente y vivió en Grecia. Se casó en la Península aunque pasó una temporada en Canarias enseñando latín y griego.
CesarinaBento Montesinos, la escritura oscura
Una vez más nos encontramos con un talento nacido en La Gomera, que tiene que abandonarla pero que transcurrirá su vida bajo su influencia de la Isla. CesarinaBento Montesinos es de Agulo, pertenecía a una de las principales familias de su época y a los diez años marchó a Cuba, donde comenzó a escribir. De hecho, a los trece años es autora de una especie de diario poesía y verso titulado Libro de Escarnai Toben y Nontisemo, que en realidad significaba Diario de CesarinaBento y Montesino. Su obra poética es citada en la literatura canaria, aunque apenas es conocida globalmente. De sus variadas composiciones suele nombrarse El asesino condenado a muerte, como la principal. En el 2004 se publicó una obra suya bajo el título Rastros de ceniza. Años después de recalar en Cuba volvería a La Gomera con lo cual se acabó cerrando el círculo.
Las nuevas letras
La última edición del Día del libro retomó la tradición de dedicarlo a alguna de las principales figuras de la literatura de la Isla. En esta ocasión le tocó el turno al poeta y escritor, José Bethencourt Padilla. Pero también se aprovechó para presentar la obra Relatos con amor para corazones unidos a la razón. El libro funde las letras de Rubén Antonio Cubas Castilla con el talento fotográfico de Eduardo J. Castro y se compone de cincuenta y dos relatos breves, conectados a fotografías que recorren diferentes entornos de la privilegiada geografía gomera.
El autor asegura que huye de clichés preestablecidos pero en todo caso si hay que utilizar una definición para su obra optaría por la de “relatos”. El objetivo no es otro que alcanzar una conexión entre la imagen y la letra, con referencias constantes al amor en el sentido más amplio de la palabra como el sentimiento interior que se proyecta luego al exterior.
Otro ejemplo de talento, en este caso, que recaló en la Isla desde su Barcelona natal es Montserrat Cano. Su última obra Los hijos del Ocaso fue presentada públicamente el pasado 11 de mayo. En esta ocasión se trata de una novela histórica y de aventuras que tiene lugar en la España visigoda, llena de referencias a las luchas de espadas y la magia. Es el relato de Valarico quien un día de cacería pierde el conocimiento y despierta en un lugar en el que se revelará su identidad y origen, después de años de pertenecer a una familia y sociedad de la que se sentía ajeno.