La lucha de los habitantes de La Gomera por ‘atrapar’ el agua para uso humano y agrícola y utilizar para ello el método que resulte más efectivo ha sido constante a lo largo de la historia. Una de las soluciones a las que se recurrió en su momento fue el almacenamiento de este recurso en embalses. Y ahí entró en juego la ingeniería hidráulica que en su día posibilitó que en los barrancos se construyeran muros de presa que daban lugar a depósitos con la suficiente capacidad para captar el agua que discurre por el cauce.
El resultado es que en la actualidad La Gomera, es el lugar del mundo en el que existen más infraestructuras de este tipo en relación con la superficie de la Isla. En total hay contabilizadas 37 presas y dos balsas, de las cuales las dos terceras partes son de titularidad pública y un tercio privada.
Pero tal y como recuerda el presidente del Cabildo de La Gomera, Casimiro Curbelo Curbelo, el modelo elegido para abastecer a la población fue el de extraer agua de los acuíferos, recargados de forma continua con la lluvia horizontal del Garajonay. El resultado es que en la actualidad La Gomera cuenta con un sistema de abastecimiento integral que no tiene comparación en otros puntos del Archipiélago. Y todo ello gracias a la cooperación del Estado que en su momento concretó una inversión multimillonaria para llevar a cabo estos sondeos.
El cambio no fue fácil y chocó con la mentalidad de la época que entendía que la solución del abastecimiento sólo podía pasar por la construcción de presas. Pero el éxito ha sido total y en la actualidad de los sondeos se extraen seis hectómetros cúbicos que se dedican al consumo humano, mientras que el de los embalses se dirige al agrícola. La consecuencia es que en estos momentos La Gomera cuenta con la mayor cantidad de agua disponible por habitante, de más calidad y más barata.
Previamente, el sistema utilizado era el de las presas diseminadas por todo el territorio insular y cuya capacidad total es de 5,06 hectómetros cúbicos, lo que supone algo más de cinco mil millones de litros, de los que se suele almacenar 3,41 hectómetros cúbicos anuales. O lo que es lo mismo que en un año en el que se registre un nivel normal de precipitaciones resulta viable llenarlos al 70%.
Históricamente la construcción de presas se enmarca en la fiebre que sacudió a todo el país entre los años cuarenta y setenta por construir estas obras. Y fue en La Gomera donde mayor número se ubicaron y también donde han resultado más efectivas. Y ello fue así porque la Isla cuenta con suelo impermeable y por lo tanto las pérdidas de agua son más escasas que en otros puntos del país donde los resultados fueron desiguales.
Las balsas recogen al año una media de 3,4 hectómetros cúbicos, mientras que de los sondeos se extraen 6 hectómetros cúbicos
La presa con más amplia capacidad es la de Almalahuigue donde se pueden albergar 930.000 metros cúbicos de los que normalmente se llenan unos 200.000. Luego está la de Muluaga con 800.000 metros cúbicos de los que se cubren 500.000. Pero también está el embalse de La Encantadora con 710.000 y 750.000 metros cúbicos respectivamente o Chejelipes con 630.000 y 600.000.
En el propio Plan Hidrológico se refleja que estas infraestructuras presentan como inconveniente que dependen de las lluvias que se producen cada año y por lo tanto de la irregularidad de las avenidas, lo que obliga a construir presas de gran tamaño para regular pequeños caudales. Pero otros problemas a los que se debe hacer frente son las avenidas de corta duración y ocasionales, el pequeño tamaño del embalse, dado que los barrancos son pendientes y estrechos, la permeabilidad de los suelos y la gran cantidad de finos arrastrados por las escorrentías.
La limitada dimensión de estas infraestructuras en La Gomera está lejos de los tamaños mínimos para los que sean designadas masas de agua asociadas, tal y como establece la Directiva Marco de Agua. De ahí se deriva que no es necesario informar sobre su potencial ecológico y químico ni atender otros requerimientos propios de esta consideración. La Instrucción de Planificación Hidrológica, aunque en gran parte no resulta de obligado cumplimiento en Canarias, se utiliza, al menos, como documento de consulta.
El Cabildo apostó por cambiar el modelo de abastecimiento de agua y llevarlo a cabo a través de los sondeos y no de las presas
En el mismo se indica que para tener la consideración de masas de agua el embalse debe ser de una longitud igual o mayor de cinco kilómetros y que la superficie ocupada sea igual o superior a medio kilómetro cuadrado. Como conclusión queda claro que el tamaño de los embalses de La Gomera está lejos de las dimensiones mínimas para las que se han designado masas de agua asociadas. Solamente tiene esta consideración la franja superficial costera marina.
El contenido de las presas es utilizado exclusivamente para la agricultura y de hecho la normativa prohíbe que el de los sondeos se utilice para este fin. Según datos de hace siete años de la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Aguas del Gobierno de Canarias, la superficie cultivable de La Gomera en 2010 era de 4.828,03 hectáreas, de las cuales 712,31 ha se encontraban cultivadas y de éstas 393,39 bajo riego, lo que supone el 55,23% de la superficie cultivada de la Isla y el 8,15% de la superficie cultivable.
Historia y paisaje
Más allá de su utilidad práctica, lo cierto es que las presas se han convertido también en elementos que caracterizan al paisaje de La Gomera. En su momento el geógrafo, Jaime González, recordó que la más antigua de todas es la de los Cocos, situada en el barranco de Juan de Vera. Las siguientes de mampostería también fueron construidas por la iniciativa privada en la primera mitad del siglo XX: Antoncojo (1920), Tapabuque o Tapahuga (1933), La Dama (1944), Benchijigua (1947) y Cascajo (1947). La última privada fue la de Cardones (1953). Respecto a las grandes presas de titularidad pública, todas son de la segunda mitad del s. XX. La primera finalizó su construcción en una cerrada estrechísima, la presa vertedero Llano de la Villa (1952). Le siguen las de mampostería de Garabato (1953), Palacios (1954), Izcagüe (1957), La Palmita (1958), La Quintana (1961) y Liria o Hermigua (1967). La de Chejelipes (1970) y La Encantadora (1973) son de hormigón. Las dos de escollera son Mulagua o La Presa (1981) y Amalahuigue o Las Rosas (1983).