Mientras Alejandro, de cinco años, aprende a leer, Laura, de siete años, ya está dividiendo y Alba, de nueve, trabaja en un proyecto innovador para estudiar matemáticas de una forma más amena y divertida. Todos acuden al mismo colegio y todos estudian en la misma clase, algo que sólo puede ocurrir en una escuela rural, conocida como unitaria.
En la actualidad, Canarias alberga 142 centros educativos de este tipo, de los que tan sólo tres de ellos sobreviven en La Gomera de una forma casi milagrosa, pues cada año desciende el número de alumnos que se matricula en estas escuelas, fruto del despoblamiento que sufren las zonas rurales y de la baja natalidad. Los pueblos de Alojera, Chipude y La Dama son los que, a día de hoy, cuentan con estas unitarias que se resisten a desaparecer.
El bullicio de los niños correteando y jugando en el colegio oxigena y da vida a los pueblos más aislados de la Isla. La presencia de estos centros es fundamental para el devenir de las zonas rurales y esto es algo que tiene muy claro Nieves Álvarez, maestra y directora de la unitaria de Alojera. “Cuando en la escuela no se oye el ruido de los alumnos, el pueblo se muere”, destaca.
Ha dedicado toda su vida a la enseñanza y más de veinte años a dar clases a niños y niñas en esta escuela, de la que asegura sentirse muy orgullosa, a pesar del enorme trabajo que implica ser directora y maestra a la vez. A la tarea de enseñar se suman todas las cuestiones administrativas y el engorroso papeleo al que deben hacer frente cada día estos profesionales, por lo que el trabajo se triplica en estos centros.
“Tenemos toda la responsabilidad y en muchos momentos nos encontramos solos, sin el apoyo de otros compañeros pero los alumnos se convierten en tu pequeña gran familia”, afirma sonriendo.
Álvarez, que tiene la suerte de contar con doce alumnos, ya que según precisa, “hay muchas unitarias con ratios mucho más bajos”, se las ingenia cada día para programar las tareas y actividades a su alumnado, que cuenta con edades diversas, pues dos de ellos son de infantil, tan sólo uno de cuarto de Primaria, seis de quinto y tres de sexto. “Es todo cuestión de organizarse para adaptar las clases a cada nivel y la clave estriba en tratarlos de forma individual pero a la vez como colectivo, por lo que siempre hay que programar actividades comunes a todos, algo que se complica cuando tienes Infantil y Primaria”, explica.
Pero en muchos casos, esta disparidad de niveles educativos propicia una mayor motivación en los más pequeños por aprender y acercarse a las etapas educativas superiores. De todas formas, esta cuestión no es la que más preocupa a Nieves, ya que ella pone el acento en el desarrollo personal y social, que asegura que es fundamental para adquirir una base sólida emocional. Algo en lo que los grandes centros educativos no se pueden detener debido al alto número de alumnos por aula.
“Sin duda, es una enseñanza más personalizada en la que los alumnos no son un mero número sino personas con nombres y apellidos que pasan a formar parte de tu vida”, comenta. Y es que esta afirmación no es algo baladí pues Nieves además es vecina de todos sus alumnos y los ve crecer día a día, algo de lo que se siente especialmente orgullosa. “Es todo un honor comprobar que muchos de tus alumnos se han labrado un futuro, han sacado sus carreras y son totalmente autosuficientes”, celebra.
Uno de sus alumnos llegó a la unitaria de Alojera con tan sólo tres años y hoy en día se ha convertido en un profesional de la comunicación, que se siente satisfecho y orgulloso por haber recibido este tipo de formación. Este antiguo estudiante comenta que el trato es “mucho más cercano y llegas a sentir que formas parte de una gran familia”.
Explica que en su época, la escuela contaba con una quincena de alumnos distribuidos en dos aulas para diferenciar los cursos de Infantil y Primero de Primaria del resto. Admite que lo más complicado es adaptar la clase a la diversidad de niveles pero sostiene que “formar parte de este sistema ha sido todo un lujo, pues recibes pequeñas clases particulares que son un aliciente para aprender y superarte día a día”.
Otro de los aspectos positivos que destaca es el de una formación integrada en la vida diaria del pueblo. “A menudo, recorríamos Alojera y nos sentíamos pequeños exploradores e investigadores. Recuerdo una de las salidas en las que recabamos datos para ahondar más sobre la palmera canaria”, relata.
“Me siento muy afortunado por haber podido estudiar en una unitaria y espero que sobrevivan porque es imprescindible acercar la formación a todos los pueblos para que se mantengan vivos”, subraya.
Unos kilómetros hacia el sur separan a la escuela de Alojera de la unitaria La Dama, en Vallehermoso, que cuenta en la actualidad con siete niños de edades que comprenden desde los tres años hasta los nueve, por lo que Virgilio Carreño, el director y maestro de este centro se desvive cada día para organizar un clase que resulte atractiva y pedagógica para todos sus alumnos.
Este maestro lleva 25 años como docente y este curso se estrenó como director en La Dama. Con menos de un año dando clases en este tipo de centro, ya asegura que el trato familiar otorga una mayor calidad a la enseñanza. “La relación tan cercana con el alumnado y los padres hace que sientas que formas parte de una familia y en muchos casos, cultivas una relación de amistad con los padres que en otros centros educativos no sería posible”, comenta orgulloso.
Si bien, reconoce que son muchas las cargas que tiene que asumir en una unitaria, porque se convierte en maestro, director y secretario a la vez, también admite que tiene muchos aspectos positivos. Entre ellos, destaca la libertad que le permite trabajar en una unitaria a la hora de impartir la programación. “Es mucho más flexible y ello hace que los estudiantes no sientan ese estrés en el aula y estén más predispuestos para aprender de forma más espontánea, lo que conlleva a que las clases sean mucho más enriquecedoras”, detalla.
Explica que la era digital ha entrado con fuerza en las aulas de las escuelas unitarias, en las que se han puesto en marcha varios programas pilotos que han resultado todo un éxito, situando a estos centros a la vanguardia en esta materia, dotados de aulas de informática, pizarras digitales y otros recursos que facilitan la incorporación al mundo de las nuevas tecnologías.
Sin ir más lejos, detalla que esta misma semana pudieron ser partícipes del trabajo que desempeña la Fundación Neotrópico, gracias a la conexión en directo que llevaron a cabo a través de la red social Facebook. Así que, sin salir del aula, conocieron el funcionamiento de esta fundación, sus instalaciones y las especies invasoras que existen en Canarias, además de cómo ayudar para controlarlas. Una actividad en la que participaron todos sus alumnos, desde los más pequeños de tres años hasta los de nueve.
Por último, en la zona centro de la Isla se encuentra la unitaria de Chipude, que también se resiste a desaparecer. Su directora, Ángeles Padilla, defiende la importancia de mantener esta enseñanza, que beneficia a los propios alumnos y al pueblo, ya que sin colegio no hay vida en las zonas rurales.
Esta maestra acumula cuatro años en la dirección de este centro y asegura que es una experiencia única en la que el profesor lleva un seguimiento continuo y cercano del aprendizaje del alumno, lo que interfiere en una enseñanza personalizada pero según indica, también globalizada. “Todos los niños y niñas aprenden de todo un poco y no sólo de lo que le corresponde a su nivel, generando un estudiante más motivado y despierto que se entusiasma cada día por aprender algo nuevo”, precisa.
Padilla se siente muy orgullosa de pertenecer a este sistema de enseñanza y reconoce que es una pena que se pierda, por lo que espera que desde las administraciones competentes se pongan en marcha una serie de acciones para fomentar el aumento de población en las zonas rurales y garantizar la pervivencia de las unitarias.
Ángeles, Nieves y Virgilio confían en que el futuro de La Gomera pase por la revitalización de las zonas rurales más aisladas para que el bullicio de los niños y niñas en las calles no se apague nunca, algo en lo que las escuelas unitarias juegan un papel fundamental.