Cuando un barco atraviesa una enorme tempestad es cuando resulta más importante tener al mando a una tripulación experta. Para navegar por los mares en calma vale cualquiera. Precisamente por eso, lo que algunos consideran un caso de mala suerte para el pacto cuatripartito que gobierna Canarias, se vuelve más importante para estas islas y para sus habitantes.
El nuevo Gobierno del Archipiélago aúna distintas sensibilidades políticas, pero que tienen en común una honda preocupación por las desigualdades sociales. El escenario al que nos enfrentamos es muy diferente al que existía hace algunos meses. La suspensión de pagos de Thomas Cook, uno de los principales touroperadores turísticos, afecta gravemente a la conectividad de las islas y al sector hotelero. La sombra del brexit, de la recesión económica en Alemania y las tensiones comerciales internacionales están enfriando las previsiones de crecimiento de la economía española que, además, padece el handicap de no tener un gobierno estable, lo que nos conduce a unas nuevas elecciones generales en noviembre. Todo esto se traduce en que Canarias no tiene los recursos que necesita. Ni los que se transfieren por el Estado para prestar servicios públicos, ni los que se obtienen por la fiscalidad propia en las islas.
Pero siendo todo esto malo, que lo es, supone una garantía para los ciudadanos que al Gobierno al que le va a tocar administrar las dificultades sea uno preocupado por las personas más vulnerables. La salida para esta nueva crisis no será a costa de los que menos tienen ni a costa de la supervivencia de las familias más necesitadas. Esta vez no va a pasar. Porque ninguno de los partidos que apoya al Gobierno está dispuesto a tolerar que los escasos recursos existentes vayan a parar a las manos de los de siempre.
Afrontamos ahora una convulsión en el turismo. Llevo muchos años ya denunciando la necesidad de mejorar la conectividad de las islas. Porque los territorios insulares dependen de sus redes de comunicación para su desarrollo social y económico. Necesitamos fortalecer nuestras propias capacidades (por ejemplo en la independencia energética con las renovables o en el aumento de la producción agraria propia) reduciendo nuestra dependencia del exterior. Y debemos potenciar una actividad turística menos rentista y continuista. Todo eso es una tarea que está por hacer.
Pero ahora nos enfrentamos a una contingencia imprevista. Hoy estamos en el estrangulamiento que supone el cuello de botella de las conexiones aéreas, como en su momento vivimos las marítimas. Las compañías aéreas regulares han encarecido sus billetes al calor de las subvenciones públicas que se aprobaron para igualar a los ciudadanos de las islas con los del resto del Estado. Y la quiebra de un gran touroperador compromete las plazas aérea disponibles para la llegada de turistas a nuestras islas. La enseñanza no puede ser más clara. Tenemos que actuar en el terreno de la conectividad de Canarias.
El turismo está amenazado por la crisis económica que ronda parte de Europa. Pero además, de nada vale que mantengamos la fidelidad de nuestros visitantes si estos no cuentan con un sistema de transporte razonable. Los vuelos hacia países competidores del Mediterráneo, con costos laborales muchísimo más bajos y sin las limitaciones regulatorias que establece la Unión Europea, son atraídos con incentivos con los que no podemos competir porque tenemos las manos atadas. La imposición en toda Europa de una futura “tasa al queroseno” que ya está planteando Alemania puede encarecer de forma importante el transporte aéreo de largo recorrido, especialmente hacia regiones ultraperiféricas. Todos estos elementos y algunos más son factores que están condicionando nuestro presente o van a condicionar nuestro futuro.
Muchas soluciones no están en manos de Canarias, porque son problemas de ámbito estatal y europeos. Pero a nosotros nos corresponde impulsar las soluciones que vemos. Por ejemplo, la necesidad de permitir la flexibilidad en la administración de nuestros aeropuertos para competir con los precios de las tasas aeroportuarias o la oportunidad de conceder la quinta libertad aérea a las islas.
Al Gobierno de Canarias le corresponde la iniciativa de liderar este proceso de reacción ante la adversidad; el impulso de campañas extraordinarias de promoción en los mercados alemán, británico y nórdico y la lucha para conseguir herramientas financieras que permitan absorber el impacto a las empresas más débiles, para salvar, en la medida de nuestras posibilidades, los puestos de trabajo. Y todo esto tiene que producirse con la unidad de acción de sindicatos y patronal, porque lo importante en estos momentos es que todos arrimemos el hombro en la misma dirección.
Las crisis siempre se pueden ver como una oportunidad. Y la enorme sacudida que se está produciendo en el sector turístico tal vez sea el revulsivo para que reaccionemos y salgamos de estas turbulencias con unas bases más sólidas y más seguras.
Los mercados suelen sustituir con rapidez a quienes se quedan por el camino. Canarias puede y debe recuperar las conexiones con sus principales mercados. Y si lo hacemos bien y con inteligencia, saldremos reforzados. El equipo liderado por Yaiza Castilla estoy seguro que así lo hará porque esa es la gran oportunidad que debemos aprovechar en esta crisis.